CURRICULUM VITAE: Lo que de verdad importa...


Y nadie va a escribir en un curriculum, ni siquiera en países, en donde suele denominarse hoja de vida... pero que de la vida no refleja nada.

 Escribimos lo que una institución nos habilitó a decir que somos o que hacemos... como si profesionalmente pudiesemos ofrecer algo que no somos como personas; como si nadie pusiera en duda si una Institución es apta para habilitarnos a algo. Como si se tratara de estudiar y no de aprender. Aun así, podemos obtener un certificado por nuestra comprensión intelectual, pero la vida, definitivamente, es acción.

 Tanto que cuestionar sobre lo que es dado por hecho...

 Tengo 43 años de experiencia en la escuela de la vida, más de la mitad de mi vida útil. Es la única escuela que te aprueba si realmente lo merecés, no cuando repetís de memoria ni cuando agachás la cabeza frente a un profesor para aprobar una materia, sino cuando vencés tu propia resistencia y encontrás tu propia coherencia. Cuando integrás lo aprendido, trascendés la lección. Y, te guste o no, si todavía estás vivo, es porque aún te quedan exámenes pendientes.

Tenía que describir en una frase ¿qué hago? ¿qué problema soluciono? y solo se me ocurre decirlo en lenguaje de barrio:  me gusta sacar la basura y reciclar. Me gustan las conversaciones incómodas: decir lo que todos saben, pero nadie se atreve a decir. A nivel individual te saco toda la mierda que te metieron en la cabeza, tus padres, la escuela, la sociedad, la televisión, para que vuelvas a ver la vida como cuando eras niño: como una aventura donde hay desafíos y acertijos pero nada te impide ser lo que queres ser; para que puedas ver el potencial que tenías antes de que te hicieran creer que no podías, que tu historia o el contexto te limitan, que la vida es así...

¿Así cómo...?

 Antes de que los estándares sociales te impusieran qué cosas deberías lograr para ser una persona de éxito o peor aún, lo que determina tu valor como hombre, como mujer...  lo que necesitas para ser feliz. Cuantas máscaras y cuantas renuncias para ser validados y aceptados.

  Mirándolo fríamente y a consciencia... apesta, ¿no?

 Elegir el camino del aprendizaje no es fácil. Te cruzas con “espejos maestros” todo el tiempo, más duros, cuanto más exigente es uno consigo mismo. Pero elegí dejar de aprender a prueba de golpes y funcionó. Y entendí que uno siempre elige y que de nuestras creencias y de nuestras decisiones dependen nuestros resultados…

También comprendí que las relaciones no son solo una parte de la vida; son un reflejo de ella. Las personas que te rodean, cómo las elegís y cómo te relacionás con ellas tienen un impacto enorme en tu camino. Nadie llega lejos solo, pero tampoco avanza si está atado a vínculos que lo desgastan. Aprender a sanar relaciones importantes, soltar las que pesan y rodearte de quienes potencian tu crecimiento no es egoísmo, es amor propio y una necesidad si querés avanzar hacia la vida que soñás.

Pero no solo los vínculos tienen este peso; muchas veces somos nosotros quienes, desde adentro, sembramos las dudas y los miedos que frenan nuestros pasos. Boicoteamos nuestras oportunidades por miedo, por falta de expectativas, por conformarnos con menos, o por creer que no estamos a la altura de lo que deseamos. Y así, sin claridad en nuestras metas y sin un rumbo definido, es imposible salir de esa inercia que solo genera resultados mediocres.

Pero entendí que lo difícil solo tarda un poco más… que los resultados siempre están en coherencia con tu compromiso, tu visión y tus valores: en una sociedad, en una empresa, en un equipo de trabajo, en una familia, en una pareja y de forma individual. Y, fundamentalmente entendí que soy parte del sistema que creí odiar y que, en realidad, todos y cada uno tenemos una responsabilidad compartida en los resultados que generamos.; que el cambio no está en la punta de la pirámide, sino en la fortaleza de la base. Por lo cual, si no comenzamos desnaturalizando lo que está mal, cuestionando uno a uno nuestros valores, nuestras expectativas y nuestra dirección, va a ser difícil que haya mundo por muchas generaciones más.

Aprendí que la comunicación no es llenar con sonidos el silencio; es como el agua que fluye, adaptándose y tomando la forma de las circunstancias, pero también puede estancarse si no se mantiene abierta y fluida, “sobre todo”, frente a los obstáculos. Aprendí que cuando se trata de límites, la comunicación asertiva no siempre es eficaz y la comunicación eficaz no siempre es asertiva.  Aprendí que la comunicación no es un medio para un fin, sino un fin en sí mismo. Aprendí que el conocimiento no es sabiduría; de nada sirven los títulos ni los libros leídos si no transforman tu vida y la de tu entorno. Aprendí que la verdadera responsabilidad y el compromiso comienzan con uno y para con uno mismo.

Aprendí que la carencia y la abundancia externa son reflejos del alma y estados mentales que nada tienen que ver con tus posesiones sino con los activos que nadie puede quitarte: tu equilibrio mental y emocional, tu autoestima, confianza y seguridad, tus propios recursos internos y dones personales.

 Aprendí que el único organismo vivo en la naturaleza que desconoce su propósito y misión en este mundo es el ser humano y es etiquetado como el más inteligente. Aprendí que las limitaciones son tan reales como las fronteras, que sin autoconocimiento no hay desarrollo ni crecimiento personal. Aprendí que todos tenemos un valor único para aportar y que un mundo mejor se construye con personas que entregan lo mejor de sí mismas, amando lo que hacen.  Que quizá no exista la perfección, pero sí la excelencia.

Comprendí que somos parte de un sistema mayor, al que llamamos planeta, y que cada acción individual, para bien o para mal, está moldeando el futuro. Aprendí que lo que hacemos de nuestro pequeño lugar en el todo es la Clave para alcanzar la realización personal.

Aprendí que somos energía de un poder organizador infinito que algunos llaman Dios, Fuente, Consciencia y cuando estas conectado te guía y te pone en el lugar que necesitas. Aprendí que la vida es evolución... es metamorfosis. Y lo más importante que las palabras generan realidad y están CAMBIANDO EL MUNDO...

 No hay carreras que te preparen para la vida, ni líneas de puntos en los formularios laborales que reflejen tu verdadero aprendizaje. Tampoco existen plantillas de currículum que puedan capturar tu esencia, tus luchas, ni las historias que te convirtieron en lo que sos. Lo único que realmente importa, ya que cualquiera puede aprender una tarea, pero tu sello personal es único entre millones de almas de este mundo. Podemos simplemente ser solo sellos que se estampan o, podemos elegir dejar una huella que perdure. Una marca que transforme.


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