Capitulo XIII: Éxito, Responsabilidad y Desarrollo Personal
“Lo único que separa a un hombre de lo que
quiere en la vida es simplemente la voluntad para intentarlo y la fe para creer
que es posible” Richard Devos
¿Cuánto valen tus sueños?
Quizá la pregunta correcta sería, cuanto estás dispuesto a
pagar por ellos.
Hay una frase de Oscar Wilde que dice algo así como que la
gente conoce el precio de todo y el valor de nada. Imagino que si ya tenía esa
visión entre mediados y fines de 1800 ahora se debe estar revolcando en la
tumba… Admito que como argentina, a veces es difícil hasta saber el precio de
las cosas, porque vas al supermercado y a los pocos días te lo cambiaron todo,
pero al menos, en lo que respecta a este rubro, conocemos el valor de poner la
comida en la mesa y aunque joda, en la medida de lo posible, lo seguimos
pagando. Sin embargo, así como en el supermercado, en la vida, todo lo que
podemos llegar a desear, tiene un precio
que no siempre estamos dispuestos a pagar. Y se me ocurre, que si de verdad
conociéramos nuestro valor, el valor de nuestros sueños y la recompensa de
cumplir nuestra misión en este mundo, no existiría obstáculo que se impusiera
en el camino para conseguirlo, mucho menos seríamos “el obstáculo” que lo
impide.
El ingrediente principal para conseguir todo lo que uno se
propone, primero, es creer que SE PUEDE…
que quede bien claro que no apunto a ninguna corriente política, sino al PODER PERSONAL. Obviamente nadie se
plantearía una meta que considere imposible de lograr, por lo cual si no
trabajamos en nuestro sistema de
creencias nuestra vida puede ser muy limitada.
Es cierto que cuando empezamos a explorar en este
territorio, nos descubrimos como un producto mezcla de los condicionantes
familiares, sociales y como grabamos las experiencias que vivimos. Y en ciertas
ocasiones, la experiencia puede ser un
arma de doble filo. Para quien sabe interpretar y asimilar el aprendizaje puede
ser muy útil para observar patrones repetitivos y no volver a cometer los
mismos errores, sin embargo, para quien clasifica las experiencias pasadas como
interpretación de un único resultado posible, además de desaprovechar la
oportunidad de comprender “para qué me pasa esto” podemos estar impidiendo que
la vida nos muestre hacia donde quiere llevarnos y de ninguna forma podemos
dejar que el pasado condicione, ni mucho menos defina nuestro futuro.
Cuando te haces consciente de que tu personalidad, no es tan
tuya como creías y de cuantos hábitos, decisiones, estaban condicionados por el
entorno, miras hacia atrás y ves cuantas cosas podrían haber sido diferentes y
duele… no tanto por el tiempo perdido, ni por lo que no conseguimos, sino por
el hecho de asumir que “en cierta forma” no había culpables. Somos los únicos responsables de los
resultados presentes: por lo que hacemos y por lo que no hacemos, por lo que
decimos y lo que callamos y a partir de ese momento en que se aclara tu visión
te sentís libre de saber que ahora tenés el timón. A veces creemos que algo
grande depende de grandes decisiones y en su mayoría los grandes resultados
parten de las pequeñas decisiones que tomamos todos los días. A veces ni
siquiera nos damos cuenta como esas decisiones se convierten en decretos o
sentencias que nos impiden ver más allá de un límite autoimpuesto, por suerte,
no irreversible si uno se dispone a trabajarlo.
¿A cuantos nos dijeron que hay que agachar la cabeza? Que hay
que obedecer, aunque eso signifique ir en contra de nuestros valores, que para
avanzar hay que ser mejor que los demás, incluso pisar cabezas, que hay que
agradar aun cuando eso implique, no gustarnos a nosotros mismos… nos enseñaron
a priorizar nuestra seguridad por sobre nuestra realización personal y terminamos creando un personaje que fingiendo
ser, olvida lo que es... La mayoría de las cosas que hacemos están
automatizadas por lo que se supone socialmente que debemos hacer y ni siquiera
las cuestionamos. Terminaron por naturalizar nuestras necesidades, que ser rico
es tener mucho, cuando ser abundante puede ser disfrutar de lo poco, la falsa
creencia de que no hay tiempo, que lo urgente no deja tiempo para lo importante
y que no podemos cambiarnos a nosotros mismos ni cambiar el mundo. La
transformación da miedo porque representa ir en contra del orden establecido y examinar
más allá de las limitaciones que uno mismo se ha impuesto.
Supongo que por eso
hay tanta gente obstinada en no abrir su mente a nuevas posibilidades, personas
que no escuchan por no confrontar las verdades de los otros con las suyas,
personas que evitan el silencio porque temen oír la voz de su interior, que
huyen del dolor con medicación, con consumo, con pantallas o cualquier otro
tipo de adicción y/o “entretenimiento”.
Gente que solo se queja de las circunstancias, juzga al entorno pero es incapaz
de ver dentro de sí misma y entender el espejo que la vida le está poniendo. Se
esconden detrás de un “yo soy así “que solo define la incapacidad de percibir
un mundo infinito detrás de lo desconocido.
Mucho menos asumir el miedo que le supondría enfrentarse a ese mundo
inexplorado, sin garantías y que por tanto no está dentro de su control.
Pero si consideramos el presente como el resultado de
nuestras acciones pasadas, no hay forma de abrirse a nuevas posibilidades y
aspirar a una vida mejor sin cruzar los límites de nuestra zona conocida. Como
bien dijo Einstein, locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.
Hay una frase de Gabriel García Márquez que dice “La ilusión
no se come, pero alimenta…” y quizá ni siquiera somos conscientes de ello hasta
que no las vemos destruidas sin saber cómo seguir. Los sueños en sí mismos solo sirven para
motivarnos, pero son absolutamente
necesarios para gestar una idea que los haga realizables, asimismo la idea sin
objetivos, por sí sola no se convierte en una meta alcanzable. Tanto en un
proyecto laboral, como en cualquier área de la vida que uno desee lograr algo,
es imprescindible trazar un plan. Lao-Tse, un filósofo chino solía decir que “Un
viaje de mil millas comienza con el primer paso” pero yo me siento más
identificada con la filosofía de mi amigo Jack… así que vamos por partes:
Definir el éxito, sería algo así como pretender que en la
vida todos somos iguales y anhelamos las mismas cosas, si bien es cierto, que
en ocasiones podemos dejarnos llevar por ciertos parámetros de éxito que
escribió vaya a saber quién y seguimos reproduciendo autores anónimos todos los
días, me consta que el fin al que apunta es totalmente contrario a los beneficios
individuales y en consecuencia, colectivos de una sociedad justa y feliz.
Una sociedad que juzga conceptos vacíos y cada día
profundiza menos las distintas variables tomando cualquier idea como verdad.
Sometida a estímulos y entretenimiento constante que anulan su capacidad de
pensar. Que necesita de sujetos
inconformes e infelices dispuestos a pagar un precio simbólico por sus caprichos
con el fin de llenar un vacío, convirtiéndola así, en esclava de sí misma por
elección.
Creer que cuando obtengamos algo vamos a ser felices es
una buena excusa para escapar del único tiempo que existe, el presente. De nada
sirve conjugar las posibilidades en todos los tiempos verbales. Es
incomprobable saber qué hubiera pasado si… anclarse al pasado en cualquiera de
sus formas o preocuparse por el futuro… La felicidad no es algo que debemos perseguir,
ni algo que debemos atrapar, es un estado profundo del ser, la única conexión
real, lo sintamos o no siempre está ahí, como el sol en los días nublados.
El problema no es desear algo material, el problema es
buscar afuera, un objeto, seguridad, aprobación, para colmar una necesidad o
vendar una herida interior. Eso sí es del todo imposible.
Vamos en medio del ruido, detrás del día que vendrá cuando
ese día ya está sellado, escrito hace mucho, demasiado tiempo… todo es una misma cosa y nada más acertado que
tomar consciencia de que nada perdurable vamos a lograr en el exterior que no
seamos capaces de lograr primero en nosotros mismos y viceversa. En lo micro y en
lo macro, lo que hoy vemos en el exterior no es más que el reflejo del
resultado de las acciones de cada uno y de la mayoría.
Lo único real es que
lo que decides poner y alimentar en tu mente edifica o destruye y eso siempre
es una elección.
Epicteto, un filósofo estoico griego decía que el hombre no
se preocupaba tanto de sus problemas reales como por sus ansiedades imaginadas
sobre los problemas reales, que los hombres no se perturban por las cosas, sino
por su opinión sobre las cosas. Y es cierto que el ser humano pasa más tiempo
quejándose de los problemas que haciendo algo por resolverlos. Por más de dos
mil años, los escenarios del contexto histórico han sido diferentes, lo que
aparece inalterable son las premisas de las que parten los filósofos cuando
hablan de la naturaleza del ser humano, sus ideas acerca de… la corrupción, la
violencia, el poder, el miedo, sus preocupaciones, sus deseos, el sentido de la
vida... Lo cierto es que ninguno de estas
ideas y atributos son parte de un territorio, ni de un período histórico, ni están
fuera, ni son parte un sector, como se suele decir, las miradas están puestas
en las personalidades públicas, todos esperan que las soluciones vengan de
afuera, pero todo está dentro de
nosotros. Ninguna situación externa, tiene el poder de pervertir al ser humano,
este se motiva, decide y actúa de acuerdo a sus valores.
Y cuando las prioridades y los valores están claros, las
decisiones se hacen fáciles... Un valor es lo que uno pone por delante a la
hora de tomar una decisión. Aunque la mayoría predique lo contrario, a la hora
de actuar las prioridades parecieran ser diferentes. Es fundamental saber que
quiere uno en cada área de la vida y a quien pertenecen sus decisiones, no que
quiere la sociedad, ni nuestros padres, ni pareja, ni amigos, que queremos
nosotros, que nos motiva. Por poner un ejemplo, muchas personas trabajan 14
horas diarias diciendo que lo más importante es la familia y ante el primer
reclamo de ausencia echan en cara todo el sacrificio que hacen por darles una
vida decente; otras tienen como
prioridad su libertad financiera, sin embargo no están dispuestos a sacrificar
la seguridad del sueldo seguro, ni la “la falsa libertad” de sus
pasatiempos, eso es incoherencia a toda
regla. Y en el momento en que algún aspecto de la vida pierde la coherencia con
nuestras prioridades, aparece la culpa, el lugar de víctima. Porque no importa
cuales sean tus prioridades, ni la escala de valores de los otros, sino actuar
en consecuencia con lo que sentimos. Si nos tomáramos el trabajo de escribir, donde
estamos y hacia dónde queremos ir. Más de uno se sorprendería con la respuesta
y tendría más de la mitad del camino hecho.
Y si alguien cree que sentarse a diagramar su vida es una
pérdida de tiempo, que pruebe viviendo toda una vida sin saber a dónde va o sin
entender porque no se siente satisfecho.
El segundo ingrediente para la fórmula es esencial para todo lo demás, LA RESPONSABILIDAD. Y creo que en cierta forma es un concepto
bastante mal enseñado. Al menos a lo que
a mí respecta he escuchado más hablar acerca de la responsabilidad como la
forma de conducirnos con el exterior, que sobre el compromiso que uno debe
tener consigo mismo. No estoy diciendo que uno deba renunciar a los compromisos
con el entorno, pero ¿qué se esconde
detrás de desatender los propios asuntos para atender lo ajeno…? Las respuestas
pueden ser infinitas… Pero de algo estoy segura, el tiempo es el único recurso
no renovable, si especuláramos con el tiempo como se suele hacer con el dinero…
otro gallo cantaría.
Entre el ser y el parecer se esconde la falta de compromiso
que uno tiene para consigo mismo, desde no defender una idea, tus principios,
tus valores, una injusticia… no poder decir que no cuando no se quiere algo,
conformarse, no decir lo que uno siente, no asumir lo que uno es realmente,
esconderse detrás de una profesión, de un status, de un rol que solo habla de
una parte de nosotros y todo para ser “aceptados”, aunque la realidad es más
bien distinta, es que la mayoría ni siquiera recuerda quien era, antes de que
le dijeran quien debería ser… lo cierto es que el mundo a veces puede parecer
una mierda, pero no lo es, está confundido, porque no se conoce… porque tiene
miedo a encontrarse, miedo a mostrarse vulnerable, miedo a ser… y mientras se
niega a sí mismo, lucha contra sus propios valores, se falla así mismo por no
decepcionar a otros y se lastima o lastima a otros por la falta de seguridad en
sí mismo y al cabo de un tiempo ni siquiera puede recordar por qué.
Lo paradójico es que un mundo mejor solo se construye por
personas que se atreven a ser lo que son, a hacer lo que les apasiona, a no
generar una deuda consigo mismos para satisfacer las expectativas de los otros.
Aunque en un sentido más amplio, una vez escuché por ahí que
se juega a no perder, no se juega a ganar. Más allá de los distintos arquetipos
que una persona pueda cumplir en su entorno, existen dos roles básicos que cada
uno elige asumir, el de víctima que juega a no perder o el de protagonista que
juega a ganar, pero solo uno de ellos va a conocer la plenitud. La víctima busca
culpables que legitimen su posición, elige la anestesia que va a calmar el
dolor mientras sienta que aún tiene lo que teme perder. El protagonista asume
los riesgos y la responsabilidad de dejar atrás lo que no quiere para lograr su
propósito. No basta con decir que se quiere algo, ni siquiera tomar una acción
en esa dirección, también hay que estar dispuesto a pagar el precio de eso que
se quiere. Ya sea arriesgar o perder
otras cosas en pos de un objetivo. Jugarse por algo… dejar ir aunque eso
parezca ser mejor que nada, la mayoría
de las veces implica renunciar a otras opciones y el miedo a perder, muchas
veces te lleva a no querer soltar ninguna. A que las cosas sigan como están
aunque no nos guste. Y aunque muchos crean que no, no actuar, también es tomar
una decisión y elegir la vida que tenemos por sobre la que nos gustaría tener.
Toda acción y no acción tiene consecuencias positivas y
negativas, al reconocer ambos lados uno acaba siendo responsable y realista de
sus actos. Creer que es posible, sentirse libre de elegir es la responsabilidad
que pocos están dispuestos a tomar, por eso la libertad es tan cara porque son
más los que huyen del riesgo que los que se atreven a intentarlo.
Pero si de verdad alguien piensa que el miedo a fallar, a
salir de la supuesta zona de comodidad es un monstruo invencible, que me cuente
que se siente renunciar a la vida que le gustaría tener, a la paz mental, a
vivir en equilibrio, porque es cierto que podemos vivir sin algo que no
conocemos, creyendo que lo que tenemos simplemente “es lo que hay…” pero el
precio de no vivir en coherencia con todo nuestro ser, es el más alto de todos,
se paga con la salud, incluso con la vida.
Todos nacemos con un don y con un potencial de posibilidades
para desarrollar y convertirnos en lo que queremos ser. Un talento es como una
piedra preciosa que viene a contribuir a nuestra evolución personal e
individual y aportar a un fin colectivo. Somos parte de un engranaje mayor en
el que conectamos con el todo. La posibilidad de descubrirlo, desarrollarlo y
pulirlo hasta sacarle brillo, dependerá en principio de nuestras posibilidades
de desarrollo en la infancia, sin embargo nuestra responsabilidad, para con
este don, no terminan ahí, somos lo que
hacemos con lo que hicieron de nosotros y la mayor prueba de que nuestra
percepción de la realidad, es solo es un recorte de la misma, es la cantidad de
historias de sueños cumplidos, lo que solemos llamar la suerte de los otros,
las oportunidades que creemos que nosotros no tenemos o lo que es más
determinante aún… lo que llamamos
“destino”.
Cuando se abre la caja de pandora salen cosas que ni sabían
que estaban ahí. Cuando quitamos todos los condicionamientos externos y sabemos
quiénes somos y cuales son nuestros valores y prioridades; cuando entendemos cómo funciona el cerebro y somos
conscientes de que toda la información que dejamos entrar genera realidad;
cuando comprendemos de qué manera saboteamos las oportunidades de eso mismo que
buscamos; cuando decidimos asumir riesgos y hacernos responsables de nuestros
actos y de nuestras emociones; cuando tenemos una mente abundante que da sin
pensar en el resultado… LA VIDA SIEMPRE… SIEMPRE, TE LO DEVUELVE.
¿De qué manera
nuestro grado de desarrollo personal no afectaría nuestro estilo de vida y
nuestro desarrollo profesional?
Antes de tomar decisiones piensa las palabras de James
Allen, escritor británico,
”Como el hombre piensa
en su corazón, así es él”
“¿Cuál será el efecto
de adoptar esta decisión en mi vida, en otras personas y en el conjunto del
planeta? Como incide en mi intención
Valora tus visiones;
valora tus ideales; valora la música que agita tu corazón, la belleza que se
forma en tu mente, la gracia que viste tus más puros pensamientos, de ellos
crecerán condiciones encantadoras, un ambiente celestial; de ellas se
construirá, si te mantienes fiel, tu mundo.
Querer es poder; soñar
es lograr. ¿Deberán los bajos deseos del hombre recibir la máxima
gratificación, y sus aspiraciones más puras morir sin sustento? Esa no es la
ley: Tal condición nunca ocurrirá: “Pide y recibirás”. Sueña nobles sueños, y
mientras sueñes te convertirás. Tu visión es la promesa de lo que un día serás.
Tu ideal es la profecía de lo que un día llegarás a revelar.
Los logros más grandes
fueron al inicio y por un tiempo un sueño. (…)Los sueños son las semillas de la
realidad. El descuidado, el ignorante, y el indolente, viendo sólo el efecto
aparente de las cosas y no las cosas en sí, Habla de suerte, fortuna, y azar.
Al ver a un hombre hacerse rico dirán, “¡cuánta suerte tiene!” Al observar a
otro hacerse intelectual exclamarán, “¡Que favorecido es!” Y al notar el
carácter santo y la gran influencia de otro comentarán, “¡Cómo lo ayuda el azar
a cada momento!” Ellos no ven los intentos, fracasos y la lucha que estos
hombres han enfrentado voluntariamente para ganar experiencia; no conocen del
sacrificio que han hecho, de los esfuerzos intrépidos que se han propuesto, de
la fe que han ejercido para lograr lo aparentemente imposible, y realizar la
Visión de su corazón. Ellos no saben de la oscuridad y la angustia; sólo ven la
luz y la dicha, y la llaman “suerte”; no ven las largas y arduas jornadas, sino
sólo contemplan el logro placentero, y lo llaman “buena fortuna”; no entienden
el proceso, sino sólo perciben el resultado, y lo llaman “azar”. En todos los
asuntos humanos hay esfuerzos, y hay resultados, y la fortaleza del esfuerzo es
la medida del resultado. No la suerte. “Regalos”, poder, posesiones materiales,
intelectuales y espirituales son el fruto del esfuerzo; son pensamientos
consumados, objetivos alcanzados, visiones realizadas. La visión que
glorifiques en tu mente, el ideal que ganó el trono de tu corazón – Con esto
construirás tu vida, en eso te convertirás.”
James Allen
Capitulo XIV: La propuesta Final

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