Para sentir no hay que pedir permiso...
Hay limpiezas y limpiezas... algunas que parecen terminar cuando no ves una mota de polvo sobre los estantes, los libros alineados como si no se tocaran, la ropa en los cajones ordenados por tonalidades, un nuevo aroma en la casa, como si recién te mudaras. Pero hay otras que empiezan como un huracán y dejan todo patas arriba por días y no tenés idea como terminan… son esas en las que buceas al pasado y encontrás entre líneas escritas en hojas amarillas un yo de otros tiempos y te preguntas que pasó con todo eso… donde quedó todo eso que eras capaz de sentir y te das cuenta que es uno mismo quien se cuenta las historias y se permite ir quitando ingredientes y se conforma… porque en definitiva para sentir no hay que pedir permiso. En todo caso buscar el espacio que permita fluir. Y parte del orden, es poner cada cosa en lugares donde puedan ser valoradas, de nada sirve tener algo bonito encerrado en un sótano, ni pretender encajar algo donde no entra… ni estar rodead...