COMUNICACIÓN: parte 1
Me quedó
grabada la escena de una serie “bajo el fuego” en que un viudo, sus dos hijas y
la pareja actual de él, se sientan en una mesa, colocando en el centro los
celulares y cada uno cuenta de su día y de como se siente al respecto… me
pareció una práctica bonita, más allá de que, en como se suceden los hechos, cuando
empezás a ver los conflictos tanto de la pareja como de una de sus hijas, incluso
si la ficción fuera real, no sería más que una puesta en escena de un momento
perfecto, donde hay conversación, pero no comunicación. Y hablar, no es
comunicar.
Y aunque en
cualquier conversación de rutina pueda pasar desapercibido, estoy convencida de
que no podemos entender el proceso de la comunicación sin comprender primero el
valor de las palabras.
Aprobé semiótica
con un 8 porque tengo muy buena memoria, pero no entendí ni J de lo que me estaban
contando. A pesar de eso, creo que ahí estaba la clave y si tradujeran la
materia en lenguaje ama de casa, me gustaría volver a cursarla. Considero, que tan
importante como enseñarle a un niño a escribir palabras e incluso entender su significado
en un contexto es llevarlo a la comprensión de lo que es su representación
mental, porque en la comunicación, el significado no varía solo por el
contexto, también por el significado simbólico que cada uno tiene de esa
palabra. Y quizá con los conceptos tontos cómo árbol o gato que nos enseñan en la
facultad, no vayamos a agarrarnos de los pelos, pero cuando se juegan conceptos
abstractos que traspasan la rutina ordinaria podés dejar de hablarte con una
persona, para toda la vida.
Con la
misma certeza con la que digo que las palabras pueden cambiar el mundo, me
desilusiono, cuando pienso en la comunicación. Evidentemente algo pasa cuando
las palabras se unen con una intencionalidad…
Perderme en
un país donde no hablo el idioma, no saber cómo viajar o “mirar” un menú y ni
siquiera saber que voy a comer, es gracioso el primero y el segundo día, pero
después del tercero solo quiero volver a casa. Podes reírte mucho intentando
comunicarte con un chino y un francés con el traductor de Google, porque entre
los tres no hacemos uno para abrir un locker, pero no cuando queres guardar la
valija porque llevás dos días sin dormir. Ni que hablar que, un policía te
trate con desprecio arriba de un tren porque sacaste el pasaje equivocado.
Porque, aunque no entiendas una palabra de lo que dice, entendés el tono, los
gestos y la mirada. Me ha resultado muy angustiante no poder expresarme y puede
que me influya de manera personal porque es la historia de toda mi vida, porque
aun cuando hablamos el mismo idioma a menudo nos comunicamos de manera
diferente.
Una forma
simple de comprobar como la realidad no es lo que parece y cada uno tiene una
representación mental es tomar 2 fotos de cualquier red social y leer los
comentarios (no pruebes con la política porque es muy predecible)
Los comentarios
varían como si cada uno leyera algo distinto y,
no es que
en cada feed aparezca una frase diferente, sino que una misma frase funciona
como disparador y cada quien saca lo que tiene adentro y vive como una experiencia
única. Una misma frase de amor, no dice lo mismo para una jovencita enamorada
que para una mujer que está lidiando con una separación. Y nadie tiene derecho
a decir que una opinión es menos válida o real que la otra. Todas son ciertas para
quienes lo están sintiendo.
Igualmente
pasa con las palabras, si vemos un perro, podemos decir perro y todos sabemos
de qué hablamos, pero si solo decimos perro, seguramente todos imaginemos uno
diferente. (primera clase de semiótica y ahí quedé)
Pero de que
manera podríamos estar seguros con un concepto abstracto, de que el otro
comprende lo que yo quiero decirle.
Cuando
tenía 15 años, salí con un chico que recién conocía y me preguntó qué era lo
que más valoraba en una relación. Le dije “la confianza” a lo que me respondió
– haa yo soy fiel… (la típica) y yo le dije, que tiene que ver… si no lo sos,
no me lo vas a decir, confianza es otra cosa. Aunque tengo muy presente esta
conversación, no tenía idea a los 15 años porque para dos personas una misma
palabra podría tener un significado diferente si se supone que hablamos el
mismo idioma. Y cómo, incluso para uno mismo, un concepto puede variar con el
tiempo.
Cuando
creces en un mundo donde a tu alrededor, la gente no habla ni escucha, sino que
alza la voz, quien sabe si para ser escuchada, no escuchar algo distinto o
asegurarse de tener razón y a nadie le importa lo que piensa ni siente el otro
y además lo ves y aunque no lo entiendas, sabes que eso no debería ser normal y
no podés armarte la valija e irte a vivir a una jirafa, como pensaba e hice yo
a los 6, tenés que encontrar un espacio donde sobrevivir.
Y porque
una jirafa… quizá porque tenía espacio, quizá porque me gustaba el tobogán y el
cuello largo me parecía divertido o porque de alguna forma necesitaba altura
para no ahogarme en todas las palabras que no podía decir. Empecé a escribir a
los 11 años porque no podía comunicarme de otra manera y esta era la única
forma en que sentía que no perdía contacto con el exterior. Cuando empecé a abrirme
a nuevos entornos e integrar nuevas personas, la confianza para mí, era como “la
condición” para que pudieran entrar a mi mundo: la confianza de abrirme, de decir
lo que siento, lo que pienso, aun cuando no estén de acuerdo o no les guste lo
que van a oír. Obviamente a los 15 años no tenía todos los cabos atados, pero
eso era y es hoy, a grandes rasgos, para mi la confianza.
Aunque para
ser sincera, hoy no espero que sea otro el que me dé confianza o permiso para decir lo
que pienso, yo lo suelto y me hago cargo de las consecuencias… y escribo. Aún
cuando me levante al día siguiente y el mundo siga siendo el mismo. El mío,
cambia.
¿Cómo, sin
profundizar en las palabras, podríamos entender a un otro que define un mismo
concepto de manera diferente?
Más allá,
de la manera en que a mí me toque en lo personal, creo que, si la raíz de los
problemas del mundo es el miedo presente en la naturaleza humana y detrás de
cada acto egoísta o que culturalmente todos aprendimos a juzgar como malo, se
esconde el miedo…
El remedio
es la comunicación. Dejar salir todo ese mundo interno que tanto defendemos y
empezar a ponerlo en palabras. La mayoría de los conflictos que tenemos los
seres humanos surgen de la interpretación, por una mala comunicación, porque oímos,
pero no escuchamos. Por lo que no decimos, pero queremos que el otro entienda,
por las suposiciones que superan la realidad, porque respondemos con nuestro modelo
mental y la película que ya tenemos en nuestra cabeza y no admitimos un cambio
de guion que se adapte a lo que estamos escuchando. Porque respondemos para
defender nuestra razón y no escuchamos para entender. Yo misma, en muchas ocasiones, me he encontrado
en la situación de intentar hacerle entender a alguien que estábamos defendiendo
lo mismo con distintas palabras. Y porque el muro más grande que vi en mi vida,
lo levantó la frase “yo no doy explicaciones”, frase que repetí hasta que entendí,
que sin explicación nadie tiene porque entenderte.
La
comunicación es el puente que une a los seres humanos. Tu comunicación interna se
refleja en tu vida, la comunicación de una empresa en sus resultados, la de una
familia o una comunidad en la funcionalidad de sus vínculos y no importa cuanto
aprendamos de comunicación si por regla general vivimos en un mundo analfabeto,
donde el emisor no quiere dar explicaciones y al receptor no le importa
entenderlas.
Quizá todos
los estudios de la comunicación sean válidos para el marketing y la publicidad,
para generar estrategias de comunicación en una empresa o en instituciones,
para crear procesos automatizados en equipos e interiorizar un poco más con el
lenguaje corporal, pero cuando el mundo interno de una persona se enfrenta al
de otra, la comunicación es un misterio, que solo puede develarse, si hay
empatía, si tu interés por entender al otro es más importante que darle a tu
ego, la razón. No hay dos personas iguales y es imposible entender el mundo de otro con los significados del tuyo. A quien le importa si tenes un master internacional en
comunicación si no sos capaz de comunicarte con tu familia, con tus hijos, con tu pareja o
escuchar a un amigo y aun peor, de que sirve que sepas comunicar en un mundo que
no sabe, no quiere, o por sus limitaciones internas no puede escuchar…

Excelente,
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