SUICIDIO: De eso no se habla

Ensayo sobre los prejuicios
Tema: El suicidio
“Quien huye de la vida es porque ama demasiado a la vida. Los hombres vulgares creen que un filósofo es un hombre de alma árida. Todo lo contrario. ¿Cómo puede analizar la vida el que no tiene el corazón repleto de vida? ¿Cómo puede conocer las pasiones, y los deseos, y los movimientos del alma, el que no tenga un alma atormentada?”
                             Fernando González Ochoa

Este ensayo parte de una necesidad personal, tratar un tema tabú estigmatizado durante siglos, como lo es para muchas culturas, tomar la decisión extrema de quitarse la vida. Amparada en una idea arcaica como delito y pecado y sin poder hablar de ello fuera de los límites de la terapia, el suicidio pone sobre la mesa un debate sobre el egoísmo, los límites de la libertad y a la par, las razones de la existencia humana.
Como no hay mejor prueba que la experiencia, invito a cada lector a decirle a la persona que tenga más a mano que quiere suicidarse y examine la respuesta. Cuantos son capaces de involucrarse en una reflexión en lugar de huir con algún apodo poco cariñoso y un ¿de qué estás hablando? que no espera devolución.
Una señora respondió a esto: “tenés que quererte más” y lejos estoy de creer que la idea de suicidio surja por un problema con la autoestima, me atrevería a decir que hay que tener una autoestima muy baja como para creer que este mundo es digno de merecernos. Están quienes afirman que lo único que no tiene solución en la vida es la muerte y para quienes representa una única solución para salir de este embrolloso caos que algunos suelen llamar “vida”.
¿Cuáles serían entonces las opciones si luego de levantarme durante años consigo decir todas las mañanas frente al espejo: “Yo me amo y me apruebo” y aun así, sigo sintiendo que no encajo?
El peso de la moralidad cristiana no ayuda mucho a la causa, quienes sustentados en una cultura enraizada fundamentan la defensa de la vida a cualquier precio deberían tener en cuenta que ninguna religión dejó espacios en blanco en la historia, donde no hicieran la excepción al eslogan: “dios da la vida y solo él la puede quitar”. Aún hoy se siguen cometiendo crímenes en nombre de un dios cada vez más abstracto.
Se dice que en la Grecia antigua, a los ancianos, a la edad de 60 años, se les daba cicuta para terminar con su vida antes de que les sobreviniera una enfermedad o fueran un estorbo para la sociedad, incluso que la eutanasia era aceptada y no se permitía extender la agonía de un enfermo a través de la práctica médica. Muchos pueblos antiguos hablaban de la dignidad de vivir una vida bien vivida y muchas las razones válidas para tomar el suicidio como una liberación del sufrimiento. Sin embargo no era aceptado, que quienes atentaran contra sí mismos recibieran los ritos fúnebres tradicionales y aun hasta el siglo pasado se los consideraba indignos de ocupar un lugar en campo santo. Platón también se refiere a esto en “Las leyes” “Al que se mate a sí mismo, impidiendo con violencia el cumplimiento de su destino, sin que se lo ordene judicialmente la ciudad, ni forzado por una mala suerte que lo hubiera tocado con un dolor excesivo e inevitable, ni porque lo aqueje una vergüenza que ponga a su vida en un callejón sin salida y la haga imposible de ser vivida, sino que se aplica eventualmente un castigo injusto a sí mismo por pereza y por una cobardía propia de la falta de hombría (...) Además, deben enterrarlos sin fama en los confines de los doce distritos en aquellos lugares que sean baldíos y sin nombre, sin señalar sus tumbas con estelas o nombres”
Aristóteles también condena el suicidio y a la deshonra de quien destruye su propia vida, le añade la responsabilidad de haber cometido un crimen contra su ciudad. Séneca, en cambio, defiende el suicidio como la puesta en práctica de la libertad del hombre de abandonar una vida que considera indigna. Resalta los valores de Honor y libertad como los pilares con que el estoico apoya al suicidio considerándolo un acto valiente y moral.
En el siglo XIX en Inglaterra el intento de suicidio era condenado con la horca, claramente el Estado tenía más derecho sobre la vida ajena que uno mismo sobre la propia, porque aun justificando el proceder en preceptos religiosos, el quinto mandamiento parecía venir con bastante letra pequeña.
El mundo se acostumbró a ser mundo, a aceptar las cosas como son, porque siempre fueron o se hicieron así y pocos son capaces de darse cuenta que todas las premisas de las que partimos vienen de otros hombres que alguna vez se preguntaron por algo, observaron y llegaron a una conclusión. Aun así nadie parece querer poner en duda la palabra de los “grandes hombres” de la historia ni querer trabajar en desestructurar convenciones y mitos que hoy quedaron obsoletos pero no por eso menos vigentes.
Para Albert Camus “El único problema filosófico verdaderamente serio es el Suicidio. Juzgar si la vida es o no digna de vivir es la respuesta fundamental a la suma de preguntas filosóficas” cita, “El único acto importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no suicidarnos”, decisión que se renueva a diario sin cuestionamientos hasta que determinadas circunstancias ponen en tela de juicio las razones por las que uno debería seguir padeciendo algo que le resulta insoportable.
La Inercia se define como la incapacidad que tienen los cuerpos de modificar por sí mismos el estado de reposo o movimiento en que se encuentran. A veces sucede que la vida se parece más a eso, a un cuerpo muerto sumido en un proceso rutinario que se adapta al medio en que vive sin preguntarse porque debería estar de acuerdo con él.
Como puede hablarse de un mundo racional, ubicar al ser humano como ser superior en la escala de la “evolución” por su condición de senti - pensante si aun teniendo la capacidad de sentir y pensar convirtió el mundo en un lugar donde existe la posibilidad de plantearse si la vida es digna de ser vivida o no. ¿Cuál es la diferencia entre el instinto humano y el animal? Si el hombre vive como le dicen que debe vivir aunque atente contra su propia naturaleza y la mayoría ni siquiera se lo cuestiona, como si algo de lo que hay en el mundo fuera natural.
Y mientras se condena el suicidio como una muerte prematura no se hace lo mismo con otro tipo de muertes, ¿cuantas personas mueren en el mundo por razones que se podrían evitar frente a millones de espectadores que permanecen indiferentes como si todo fuera “normal” – concepto como para escribir varios tomos-? guerras legales, pobreza extrema, ignorancia e intereses económicos.
¿De verdad hay que creer que es más sano querer pertenecer a un mundo así que quitarse la vida porque uno no acepta ser parte de todo esto?
Existen sitios que brindan contención a personas que perdieron a algún ser querido en circunstancias “aparentemente” difíciles de asumir y me río cuando leo difíciles de asumir, como si alguien que hubiera perdido de forma natural y por ley de vida a algunos de sus padres dijera simplemente pasó a mejor vida, se fue al otro barrio o está regando los rabanitos de la misma forma que si se hubiera terminado el café. Lo único que sabemos de la muerte es que nos llega a todos pero difícilmente uno se sienta preparado, en condiciones normales, para aceptar y dejar ir a las personas “que quiere”, dejando de lado, al menos por ahora, otro tema que deja bastante tela para cortar, el de los vínculos y el amor. Cuando una persona que es parte de nuestra vida se va, el vacío que deja es enorme y el dolor pareciera que va a ser eterno, uno ahí sí es consciente del dolor, “del nuestro”, por supuesto. Pero volviendo al sitio, lo curioso de este espacio es que invita a los supervivientes a expresarse sin ser juzgados, cuando habría que preguntarles a ellos que actitud tomaron con respecto al que ya no puede expresarse. Pareciera y lo demuestra la evidencia que el otro tiene más derecho a hablar sobre tu vida que uno mismo sobre la propia. – Sin pretender entrar en el tema de la experiencia que tiene el otro en saber vivir vidas ajenas, porque eso también merece un capítulo aparte-
Se discute sobre temas como el aborto, determinando sobre una vida que no puede manifestarse y se acomodan los argumentos a conveniencia. Una mujer feliz de traer vida al mundo en cuanto ve las dos rayitas violetas empieza a amar a su bebe con todo su ser, otra que no lo tenía en sus planes justifica que solo estaría interrumpiendo un embarazo… ¿interrumpiendo? Lo paradójico es cuando esas dos posiciones están en la misma mujer, sólo que en tiempos distintos. La mujer se proclama dueña de su cuerpo, como si no fuera la vida que depende de ese cuerpo la que no puede decidir y como si no existieran métodos para proteger ese cuerpo del que se sienten tan dueños y posiciones enfrentadas discuten sobre el derecho a la vida y el derecho a la elección… ¿la elección de quién? Obviamente de quien se podría ver fastidiado por la llegada de una nueva vida.
La justificación de la Eutanasia parece incurrir en algo similar, dejando de lado los casos en que es el mismo paciente quien pide la autorización, en otros, son sus familiares quienes toman la decisión de desconectar al enfermo de una maquina bajo la justificación de que ya no tiene vida y está sufriendo… ¿quién está sufriendo? ¿La persona que está en estado vegetativo, o el familiar que ya no puede llevar esa situación? En ambos casos sobre los que puede haber jurisprudencia, en algunos países más que en otros, lo que de verdad se está contemplando es el sufrimiento de quien va a seguir con vida, ¿no sería legítimo que uno tuviera el derecho a elegir sobre sí mismo? ¿Y por qué no? Si solo el alma sabe cuan tolerable puede ser el dolor y hasta cuando la mente humana es capaz de soportar tanta presión sin recaer en una imperiosa necesidad de alivio más vital que la vida misma.
Coincido con Emil Durkheim en que el suicidio es un hecho social, no así mismo sobre la relación que encuentra entre el suicidio y el grado de integración de los grupos sociales de los que forma parte el individuo, que según él, varía de forma inversamente proporcional, es decir para Durkheim, el hombre precisa relacionarse. Sería válido volver a cuestionarse ¿para qué? Si analizando con cierta objetividad los vínculos resultan ser más una cuestión egoica donde el hombre se reafirma sobre sí mismo que una cuestión biológica, dejando de lado por supuesto los primeros años de vida de un niño, a los que por colaborar con su subsistencia se les hará pagar el precio de vivir sometido a las normas de la vida en sociedad, se los hará dependientes de un sistema y de otros humanos y se les enseñará que si son incapaces de adaptarse al sistema también existen las instituciones mentales y las cárceles. Pero por fuerza no hay manera de mantenerse afuera.
¿Por qué tomar como egoísta la posición de quien decide quitarse la vida y no de quienes te van matando de forma simbólica al formar un ideal con tu persona digno de juzgar como cada quien pretenda ver?
Por qué Existir y no Ser, si lo que nos hace existir es la rutina y lo que nos hace Ser es poder vivir coherentes con el sentir. Pero como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante, vivimos la vida como una línea de tiempo cronológica y perdemos la correcta apreciación del tiempo, esos momentos especiales que se nos otorgan segundo a segundo de nuestra existencia, ese instante que quizá no lleguemos a captar con el tiempo universal, un presente tan palpable que nos da miedo tocarlo... un presente que Es y continuamente se desvanece pero no termina, ni deja de ser, solo se transforma. El único tiempo real donde cabe preguntarse si uno realmente es lo que quiere ser y no un engranaje más de un sistema.
Vivimos en una sociedad que pretende que ocultando y/o negando una verdad ésta no existe, acostumbrada a llorar las consecuencias pero aun así no aprende.
¿y Porque no? si aún después de decirte como vivir tu vida y juzgarte por que decidiste quitártela van a asumir su cuota de responsabilidad y cuando dos meses después se cansen de tirarte flores van a ir a joder a otro: “vos tenés que hacer tal o cual cosa... ¿viste como terminó fulana…?
Lejos estoy de pretender hacer una apología al suicidio, tampoco lo aprobaría con una vida que no fuera la mía, supongo que porque yo también absorbí ideas de la cultura como propias, pero reivindicar la vida nos obliga ciertamente a contemplar el mundo y replantearnos la concepción de Descartes, dudar de todo lo que hasta ahora nos parecía cierto y pensar porque existimos, no simplemente pensar que se piensa lo que otros dijeron que pensáramos y para esto es necesario desaprender y construir nuevos cimientos para crear un mundo donde no queden dudas que la vida es un derecho natural y no una obligación a cualquier precio.
Marian.

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