El fraude de la comunicación asertiva. LIMITES: El arte de mandar a la mierda
Lo que todo
el mundo sabe, pero nadie dice… quizá el titulo no sugiera un artículo
académico porque la palabra “mierda” no está muy bien valuada, pero todos los
problemas del mundo necesitan ser tratados y ¿quién alguna vez, no tuvo
necesidad de mandar, (como cerca) a la mierda a alguien?
Puede sonar
hasta gracioso, pero a que cuando nos estamos conteniendo las ganas, no lo es…
Para
comunicar no hay que estudiar comunicación ni hacer cursos de Coach ni PNL
porque, aunque no quieras, siempre estás comunicando. Las palabras que decimos
representan apenas un pequeño porcentaje de la comunicación. Mi objetivo no es
centrarme en los porcentajes, ampliamente disponibles en internet, sino
explorar lo que muchas veces lleva implícito la comunicación silenciosa, eso que
no se dice y queda expuesto cuando las palabras no van en la misma dirección
que los actos. Incongruencia que deja en evidencia, no una falta de comprensión
del mensaje, sino una clara incapacidad para respetar los límites establecidos
por otros, un tema íntimamente ligado a la responsabilidad personal, un valor
notablemente ausente en nuestra sociedad.
Solo mi
historial en YouTube es testigo de las innumerables horas dedicadas a explorar
charlas, conferencias y videos sobre comunicación y límites, abordados desde
diversas disciplinas y puntos de vista. y el consejo más saludable que he
escuchado cuando alguien no respeta tus límites, es desvincularse.
Pero no
siempre se puede… y nadie te dice pero que pasa si no… que haces después…
Probablemente
porque, así como yo me planteo lo mal que puede sonar el título, aunque la
mayoría lo haya hecho alguna vez, de esto no se habla fuera de los límites del
barrio… Indudablemente, negar la existencia de un problema nunca formará parte
de la solución efectiva para resolverlo y lamentarse sin tomar medidas
concretas para cambiarlas resulta igualmente infructuoso.
La mayoría
de las personas no tienen problema en reconocer la medianera que lo separa del
vecino, su casa de la de otro, sin embargo, las fronteras de los límites
personales parecen ser muy difusos. Los filtros y estrategias que normalmente usamos
para mantener a ciertas personas dentro de los límites adecuados pueden no ser
suficientes frente a quienes, eligen deliberadamente no respetar nuestro
espacio. En estos casos, es fundamental recordar que nuestra paz y bienestar
personal son prioritarios y no pueden ponerse en discusión.
-No hagas
caso… - no le des bola… ¿de verdad a alguien le funciona esto?
De verdad
nos va a hacer creer, la “comunicación asertiva”, la psicología o los mandatos
sociales que hay una forma “correcta” de decir las cosas cuando alguien está
empeñado en no respetarte… ¿a partir de qué número de veces en que se han
expresado bien las cosas se considera que se puede pasar al siguiente nivel?
Probablemente
podríamos decir que mandar a la mierda es “agresivo” pero violar tu espacio
vital, ¿no lo es?
Hay una
verdad durísima, pero no por eso menos cierta y no importa de quien venga
Cuando
estableces un límite y alguien lo ignora repetidamente, NO LE IMPORTAS, solo
sos un recurso, en tanto y en cuanto obtenga lo que espera. Sus palabras no
tienen ningún valor, porque lo que hace cae por su propio peso.
Aunque “mandar
a la mierda” es una forma metafórica de decir, en lo personal me gusta ser más original,
a diario enfrentamos múltiples maneras, a menudo normalizadas, en las que se
vulnera nuestro respeto. La naturalización de estos comportamientos transforma
paradójicamente al agredido en agresor cuando este decide no tolerar más el
abuso, la manipulación y las falsas palabras bonitas. Reconocer y rechazar
estas dinámicas es fundamental para preservar nuestra dignidad y bienestar físico,
mental y emocional.
Mandar a la mierda puede no ser muy diplomatico, pero es más sincero. Una de las tantas contradicciones de la condicion humana, decir que quiere escuchar una verdad que no soporta.
Somos
responsables de un camino compartido, el que contribuye al mundo del que todos
formamos parte y, en tiempos actuales, caracterizados por un discurso ferviente
sobre la libertad, es esencial comprender que esta libertad colectiva exige una
madurez emocional y responsabilidad individual previas. Ser verdaderamente
libre implica reconocer y respetar los límites propios y ajenos, diferenciando
claramente entre nuestras responsabilidades y las de los demás y, a partir de
ahí, desde nuestro espacio personal sentirnos libres de expresar todo lo que no
incluyen los manuales de comunicación.
Desde la
concepción hasta la muerte, sin excepciones, tu vida te pertenece.
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