El Compromiso: La Clave del Éxito VIDA Y EMPRESA
He dejado este espacio un tanto abandonado, y no me conformo
con la excusa de que “todo no se puede”. Creo firmemente que todo lo que uno
desea sí se puede, cuando sabemos definir prioridades. No es necesario
sacrificar las cosas importantes de nuestra agenda por dedicarnos únicamente a
lo que “llamamos” urgente.
El éxito es un anhelo tanto en la vida personal como en el
mundo empresarial, pero, como todo, tiene su precio. Para alcanzarlo, es
necesario cultivar ciertos elementos fundamentales: metas claras, objetivos
bien definidos, adaptabilidad, gestión del tiempo, pasión —ese condimento que
no debería faltar—, disciplina y, fundamentalmente, compromiso con los
resultados.
Estoy convencida de que, cuando la vida parece una explosión
de cosas urgentes, hay que revisar la sutil diferencia que existe entre una
razón legítima para no hacer algo y el guion de Hollywood que nos montamos como
excusa. Preguntarnos, con sinceridad, si realmente es uno quien agenda sus
tareas o son las tareas quienes nos agendan a nosotros, mientras vamos sacando
del fuego, a medida que las papas queman. Porque, cuando esto resulta ser algo
habitual, no es mala suerte, ni casualidad, ni el destino, ni la macumba de un
mal vecino.
Denominador común: uno mismo...
El ser humano es el único ser vivo que puede pasar toda una
vida haciendo lo mismo sin obtener resultados y además negar su responsabilidad
en el proceso. Esta situación puede ser resultado de la falta de criterio para
establecer prioridades, falta de enfoque y desorganización, carencia de
autocrítica, pero, sobre todo, falta de compromiso. Porque el compromiso no se
mide por las palabras que pronunciamos, ni por las excusas que ponemos para no
hacer algo, sino por las acciones que sostenemos en el tiempo.
Una persona o una empresa sin metas ni planificación está
como quien se sube a un barco sin timón: a la deriva, sin brújula ni dirección,
va para donde sopla el viento y llega hasta donde la corriente se lo permite.
En este escenario, los resultados no son fruto del trabajo ni de las
decisiones, sino de las circunstancias externas.
Cuando tenemos claridad sobre lo que queremos y hacia dónde
vamos, podemos trazar un plan. Esto nos permite utilizar los recursos de forma
efectiva y gestionar el tiempo con eficiencia, una herramienta fundamental,
pero que está fuera de nuestro alcance si no tenemos el control de nuestra
dirección.
La adaptabilidad nos permite explorar nuevas ideas y
enfoques, ajustarnos a los cambios y aprovechar las oportunidades. Cuanto más
flexibles seamos, mayor será nuestra capacidad para anticiparnos a los
problemas y crear estrategias efectivas para superarlos.
Pero incluso si somos capaces de trazar metas claras,
definir estrategias, adaptarnos a las situaciones y gestionar el tiempo, sin
compromiso no podemos garantizar el éxito de nuestro viaje.
Tanto en la vida como en el mundo de los negocios, el
compromiso es el puente que conecta nuestras metas con la realidad deseada. Es
la clave que convierte los sueños en acciones y las acciones en resultados
visibles. Es el motor que nos impulsa a superar desafíos y seguir adelante
cuando todo parece complicarse.
Es la fuerza que nos mueve a hacer lo que debemos, incluso
cuando no tengamos ganas, y a mantener la disciplina en los días en que la
motivación escasea. Es dar lo mejor de nosotros, incluso cuando nadie nos está
mirando.
El compromiso es una promesa que nos hacemos a nosotros
mismos: no renunciar a nuestros objetivos y sostener la palabra cumplida como
base de la confianza y el respeto, primero hacia nosotros mismos y luego hacia
los demás.
Y si también podemos agregarle una pizca de pasión a lo que
hacemos —ese ingrediente secreto capaz de transformar lo ordinario en
extraordinario—, ¿qué podría fallar?
Cuando nos apasionamos por lo que hacemos, estamos abiertos
al aprendizaje y dispuestos a dar lo mejor de nosotros. La motivación y la
creatividad surgen de hacer lo que amamos y con lo cual estamos comprometidos.
Nos impulsa a buscar soluciones, mejorar continuamente y desafiar todos los
límites establecidos. Estamos dispuestos a invertir tiempo, esfuerzo y energía
para cumplir, uno a uno, nuestros objetivos y, con ello, alcanzar la
satisfacción y realización personal.
Pero, como una vez me dijo un profesor, la pasión no se
vende ni puede enseñarse.
La pasión surge de hacer lo que amamos. ¿Y si el mundo lo
impulsara la pasión en lugar del dinero? ¿Quién no tendría ganas de levantarse
un lunes? ¿Cómo podría fracasar una empresa?
El dinero no es un fin en sí mismo, sino el resultado de dar
lo mejor de nosotros en cada acción. Cuanto más nos comprometemos, más
crecemos, más mejoramos lo que ofrecemos y más cerca estamos de transformar lo
ordinario en extraordinario.
“Somos lo que repetidamente hacemos. La excelencia,
entonces, no es un acto, sino un hábito.”
(Aristóteles, filósofo griego 384 a.C. – 322 a.C.)

Comentarios
Publicar un comentario
¿Estás de acuerdo? Deja tus comentarios, siempre con respeto, para que entre todos construyamos una nueva verdad.