Pseudolibertad y saber en el Neoliberalismo


  
                                   “En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda”


A veces uno tiene ideas sueltas, preconceptos que surgen de lo que escuchó, de lo que le enseñaron, de lo que se repite en sus círculos sociales, en los medios de comunicación e incluso de la interpretación de lo que leyó de autores que escribieron sobre un tema. Hoy, además está muy de moda eso de que parezca más importante quien lo dice, que lo que dice, desacreditando cualquier mensaje sin hacer un análisis real del contenido por el mero hecho de que quien lo dijo no entra dentro de mi lista de mensajeros aceptados o a la inversa, resulta indiscutible sólo porque lo dijo Fulano y ante cada tema podemos encontrar posturas totalmente enfrentadas de tal forma que impiden un diálogo entre dos personas que opinan diferente. De todo ese saber que incorporamos va a resultar una especie de conclusión con la que vamos a ir por la vida tomando decisiones, actuando y si se quiere y se puede, influyendo en los demás. Dependiendo del interés de cada individuo ese saber podrá ponerse en discusión con la llegada de nuevas verdades o sellarse definitivamente y creer que se vive de acuerdo a lo que uno piensa sin plantearse realmente si piensa o cree simplemente lo que le dijeron que debía creer.
Lo que quiero decir intentaré que quede más claro a lo largo del desarrollo y por eso me gustaría empezar por plantear algo que yo misma me pregunté la primera clase: ¿Cómo abrir camino a un nuevo sistema y terminar con el capitalismo? Pregunta y no por ambiciosa, que en el camino dejé atrás para reformularme otra: cuál sería el sistema adecuado para, en definitiva, cumplir con lo que la sociedad espera de la vida, que sería algo así como alcanzar el concepto de felicidad, amén de lo que para cada uno pueda significar y sin pretender desmenuzar la definición en la que incurre la Real Academia o la Rae en referencia a este concepto que parece significarlo en torno a una sociedad de consumo y no a una plenitud espiritual o emocional.
Mi pensamiento crítico surge desde muy temprana edad, cuando cuestionando palabras escritas por grandes autores se me decía “como yo iba a cuestionar a alguien que había escrito un libro” o como yo iba a pretender cambiar algo “si las cosas eran así desde que el mundo es mundo”, de lo primero surgió cuestionarme acerca del conocimiento adquirido de la gente que leía. Que sabiduría no necesariamente es la consecuencia que surge del conocimiento y de lo segundo hasta qué punto se naturalizan las cosas como para repetir la frase “las cosas son así desde que el mundo es mundo”, cuando lo único permanente es el cambio. Y de lo que nadie puede poner en duda con respecto a esto, son los cambios que se fueron sucediendo a lo largo de la historia de la civilización a los cuales el hombre debió adaptarse y el factor común que impulsó cada uno de esos cambios fue su ambición por el poder y la acumulación.
Otro punto clave que me parece fundamental para entender porque funciona como funciona la sociedad de hoy, es la capacidad de personificar conceptos abstractos como si estos fueran los responsables del resultado del mal funcionamiento de las cosas, lo que hace que una metamorfosis no sea posible ya que se hace hincapié en el concepto abstracto y no en como el hombre actúa valiéndose de él. Por ejemplo cuando hablamos de Capitalismo salvaje, mientras se acusa al sistema de ser el causante de todos los males, en lugar de enfocarse en cómo modificar la naturaleza humana, quienes llevan las riendas del sistema se hacen expertos en como domesticarla y pareciera que no les va tan mal.
Sobre cómo lo consigue, Michel Foucault se va a preguntar cómo actúa el poder para articular el saber. El saber es lo que un grupo de gente o más precisamente la clase hegemónica dominante comparte y decide que es la verdad. Esa verdad va a definir que es lo correcto y lo incorrecto, la maldad y la bondad, lo normal y lo patológico y es a través de esta verdad y del lenguaje, que el poder disciplinario va a controlar la voluntad y el pensamiento de los individuos para que cumplan su roll dentro del cuerpo social en un proceso que Foucault llama “de Normalización”. Donde aunque ciertas afirmaciones nos parezcan naturales o evidentes los saberes o discursos son fruto de determinadas condiciones y formulados con una cierta intencionalidad.
El filósofo francés Jean-François Lyotard (1924-1998) quien analizó y reflexionó sobre el paradigma de la postmodernidad, en uno de los texto presente en su libro “La postmodernidad explicada a los niños” (1986) va a enumerar 4 grandes relatos que se han impuesto en la civilización occidental donde todos prometen un final de cuento feliz y de plenitud.
El primero al que se refiere es al relato cristiano en el cual cuenta que dios manda a su hijo a sufrir y a morir en una cruz por la redención de todos los hombres. Muerte que genera la promesa divina de que todos los hombres se encontraran en el reino de los cielos y habrá entonces un espacio de plenitud. Si nos remontamos a la historia, es el mismo cuento que en la sociedad feudal legitimaba el poder del Rey, donde los hombres no se cuestionaban acerca de su situación de pobreza ni de esclavitud ya que esta devenía de la voluntad divina. El segundo gran relato que analiza es el “Relato Marxista” La revolución burguesa termina con el feudalismo, de la cual surge el proletariado quien a través de la revolución se va a hacer dueña de los medios de producción derrotando a la burguesía y estableciendo así el Estado de la plenitud. Este gran relato legitima la revolución del proletariado y en muchos casos el totalitarismo ejercido, esencial para llegar a la plenitud de la sociedad sin clases, aquí vemos de nuevo que el gran relato de la historia lleva a un nivel de plenitud en el cual ya no va a haber padecimientos.
El otro gran relato que analiza Lyotard es el relato del Iluminismo, aquel que con el surgimiento de la razón como eje central llevará a los hombres a un mundo donde ya no va a existir la irracionalidad. Este es el relato del triunfo del capitalismo. Hay un relato capitalista que está basado en el avance incontenible de la economía que implica una prosperidad para todos. El relato capitalista dice, vamos a llegar a un momento de la historia en que la prosperidad va a ser para todos o el famoso efecto derrame, legitimando así la economía capitalista y el libre mercado como condición para alcanzar el desarrollo económico y la eficiencia en la asignación de todos los recursos. Y si bien en vistas de la Revolución industrial podemos hablar de progreso y desarrollo resulta complejo prometer una plenitud para todos de un capital que surgió no solo de los avances tecnológicos sino sobre todo a través de las conquistas de la periferia y el saqueo colonial. Método que con otras técnicas se sigue reproduciendo.
Este espacio de plenitud lo prometen todos los grandes relatos, promesa de un destino inexorable acerca de la humanidad de llegar a determinado momento en que ya no va a haber injusticias ni sufrimiento, propio de todos los discursos actuales del neoliberalismo y si bien desconocemos que ocurre con eso del Reino de los cielos, desde la revolución industrial a esta parte se han perdido muchas generaciones esperando una plenitud que nunca llegó. La sociedad pareciera tener un fin necesario y dirigirse hacia él, no obstante, para lograr esa utopía, los grandes relatos imponen grandes sacrificios.
Los 4 relatos que analiza Lyotard tienen en común la idea de fines que surgen dentro de la historia en un momento determinado. Pero ¿cuál sería el gran relato que nos cuentan en la época actual?

Para el filósofo Surcoreano Byung-Chul Han ya no vivimos en una sociedad disciplinada dominada por órdenes y prohibiciones sino en una sociedad aparentemente libre marcada por el lema “sí, se puede”. “En la sociedad neoliberal el sujeto se vuelve un proyecto que tiene la potencialidad de hacer todo lo que desee e imagine, primero crea una sensación de libertad pero después genera el “tú deberías de…” nos creemos libres pero nos están explotando intencionadamente hasta el colapso.”
En su libro psicopolítica habla de las nuevas formas en que el neoliberalismo con nuevas técnicas ejerce el poder sobre el psiquismo y de qué manera opera el deseo de consumo en las sociedades contemporáneas. El neoliberalismo nos adoctrina como sujetos de rendimiento desde la escuela hasta cuando somos profesionales, te vende la idea de que “tú puedes más”, “tú puedes rendir mejor”, tu puedes lograr lo que quieras”, rinde más”, “tienes que tener éxito”… El poder ya no
necesita como antes de la coerción, ahora somos nosotros mismos quienes nos autoexigimos en nombre de una percepción de libertad que únicamente tiene el capital. La nueva forma de ejercer el poder cambió los grilletes, las formas de dominación del cuerpo y de biopolítica de la sociedad disciplinaria de la que hablaba Foucault a un capitalismo de la emoción y de la culpa, donde uno creyéndose libre y dueño de sí mismo se ve obligado a culparse de sus propios fracasos.
Pero esta no es la única manera en que se ven modificadas las formas actuales, las formas rígidas de los modos de producción del fordismo, donde la dirección perdía de vista la organización por controlar a los obreros también queda atrás y las nuevas formas de producción van a verse afectadas por un espejismo de libertad y una falsa emancipación de los trabajadores que además de su fuerza de trabajo aportan su capital intelectual. Julio Godio va a decir además que en una sociedad donde la búsqueda de la identidad se ve constantemente frustrada, la inseguridad del obrero va a encontrar refugio en la cultura de la empresa, donde la firma le inculca un sustituto de pertenencia a la sociedad global. La empresa le pide que renuncie a todo, incluso a su salud y a su vida para darse en cuerpo y alma a cambio de una identidad.
Para Han la emoción es la materia prima en donde el neoliberalismo convierte a la fuerza psíquica en fuerza productiva. Un sistema que elimina estructuras estables en el tiempo genera miedo e inseguridad. La lógica perversa del neoliberalismo utiliza ese miedo para incrementar la productividad. Cuanto más miedo, más productivo es uno mismo. El sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo absoluto, en la medida en que sin amo alguno se explota a sí mismo de forma voluntaria “Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. (…) En el régimen neoliberal de la autoexplotación uno dirige la agresión hacia sí mismo” se convierte en recurso económico que se puede aumentar, comercializar y explotar. Además, no necesita de un poder externo que lo someta. Enfermedades como la depresión y el síndrome de burnout son la expresión de una crisis profunda de la libertad, un signo patológico de que hoy la libertad se convierte, por diferentes vías, en coacción.
Lo novedoso de nuestra época es que esa capacidad proactiva del trabajador que se cree empresario es utilizada por el sistema dominante para explorar todos los rincones del mercado y así como el trabajo asalariado en una época resultó más ventajoso que vivir de la esclavitud, la demanda actual sugiere el empleo autónomo bajo el lema de “la libertad “por un sistema que no quiere cargar siquiera con el costo de la fuerza de trabajo. Un ejemplo de ello son las Startup o empresas emergentes que comercializan productos y/o servicios a través del uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación con un modelo de negocio escalable el cual le permite un crecimiento rápido y sostenido en el tiempo y con una necesidad de capital inferior a las empresas tradicionales. Donde también puede verse claramente es en la mal llamada Economía Colaborativa donde bajo el slogan “Trabajar las horas que uno quiera y sin jefes”, las plataformas digitales han transformado las formas de prestar servicios. El trabajo que se desarrolla en el ámbito de las plataformas contribuye a la precarización de las relaciones laborales. Servicios que antes se prestaban por cuenta ajena y relaciones más o menos estables y duraderas se han transformado en relaciones de trabajo autónomas y de muy corta duración. Detrás de la llamada economía colaborativa hay mucha menos colaboración de la que parece, hay mucha más jerarquía a veces que en la economía tradicional que pretende enmascarar por parte de las empresas el incumplimiento de responsabilidades laborales y fiscales y una alarmante falta de derechos de los trabajadores.
Otro aporte de Byung-Chul Han que me parece importante mencionar, trata sobre como el neoliberalismo introyecta sus “valores” modificando conductas que nos hacen funcionales a un sistema que solo pretende eficacia consumo y productividad. En uno de sus últimos libros “La expulsión de lo distinto” va a preguntarse: “¿Todavía existe el otro? “La negatividad del otro dio
paso la positividad de lo igual que se impone y prolifera por todos partes, pero un sistema que desarrolla la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos destructivos” que quiere decir con esto: Lo igual alcanza todos los aspectos vitales de nuestra cultura, tal es el caso de las redes sociales que acumulan seguidores o amigos generando encuentros sociales acordes a nuestros gustos con quienes piensan y sienten igual, hace pasar de largo a los desconocidos y distintos, estrechando la posibilidad de nuevas experiencias . Como pasa por ejemplo con las sugerencias de Netflix, de las redes sociales o de las páginas web que buscan reproducir siempre consumos iguales. El “me gusta” es el alimento predilecto de lo igual.
Han va a decir que lo igual anula el sentido o conduce a la pérdida del mismo. La tormenta digital de datos e información nos vuelve ciegos y sordos a la verdad. Se pierden las causas- consecuencias de las cosas, las cosas son porque son, sin cuestionamiento. La tendencia a lo igual expresa una violencia global que destruye al otro disolviendo las diferencias y particulares de quienes no se adaptan o no se someten al intercambio acelerado, aísla al individuo haciéndole perder la solidaridad. Es en la suma de lo igual con lo igual que se produce la máxima circulación de dinero, de información, de comunicación. Se rompe la barrera que había entre el espacio del trabajo y el espacio del ocio, lo que los movimientos sindicales lucharon tanto por preservar ahora se entrega voluntariamente, lo que se dan son datos, el Big Data como desconocimiento absoluto, las redes sociales como el nuevo panóptico que ofrecen una minería de información trabajando para este gran sistema que alimenta al capital que circula libremente por nuestras sociedades.
El neoliberalismo produce una injusticia masiva de orden global que en busca de una aparente seguridad deja afuera a todos los que no son aptos para el sistema. Vivimos en una sociedad del miedo que promueve a la sociedad del odio. Un mundo donde la inseguridad social está presente y se suma a un futuro sin perspectivas que genera desesperación y el neoliberalismo cultiva estos factores que solo parecen opuesto a primera vista. Existe un valor del neoliberalismo que es la autenticidad y como todo valor neoliberal se lo recubre de un halo emancipador: ser auténtico se traduce en liberarse de pautas de conducta impuestas desde afuera, de allí parte la invitación a ser una creación personal.
Pero volviendo a la sociedad del miedo y retomando el discurso neoliberal acerca de la inseguridad, Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco (1925-2017) en una entrevista para el diario el mundo va a ir un poco más allá en cuanto a la forma en que los gobiernos utilizan el tema de los refugiados en beneficio propio.
Para Bauman “el poder político de los Estados – Nación se ven tan impotentes frente a los poderes económicos globales que justifica su existencia generando miedo al extraño, miedo a la gente que viene aquí a comerse nuestro pan y a quitarnos nuestros trabajos” quienes hasta hace un tiempo justificaban su razón de ser por su capacidad para protegernos atizan el miedo al extranjero para ocultar su ineficacia ante los poderes globales. Esto es muy cómodo, porque la lucha contra el terrorismo es algo visible, algo tangible, que pueden vender en televisión. Eso da la sensación de que los gobiernos nacionales mantienen su poder, que están actuando. Por otro lado, a través de esos conflictos ya sea en materia de migración, de seguridad, o económica sobre los que trabajan en el colectivo de la gente, justifican su proceder tomando medidas contra las mismas crisis que inventan, sacando fuerzas de seguridad a la calle, creando crisis económicas que justifican las medidas a tomar, destruyendo naciones enteras a causa de guerras que ellos mismos se inventan con un objetivo meramente económico. (Ya sea este, la venta de armas, o la conquista de recursos como el petróleo, la energía o el agua)
Bauman va a coincidir en algunas cosas con Han en cuanto a cómo operan las nuevas tecnologías “Internet aportaba los cimientos para crear una humanidad en la que todas las piezas estuvieran en contacto y se entendieran mutuamente. Sin embargo, los estudios sociales indican lo contrario: esta maravilla tecnológica no sólo no te abre la mente, sino que es un instrumento fabuloso para
cerrarte los ojos. Para protegerte a ti mismo de las posibilidades multiformes que te ofrece la vida. Hay algo que no puedes hacer offline, pero sí online: blindarte del enfrentamiento con los conflictos. En internet puedes barrerlos bajo la alfombra y pasar todo tu tiempo con gente que piensa igual que tú. Eso no pasa en la vida real: en cuanto sales a la calle y llevas a tus hijos al colegio, te encuentras con una multiplicidad de seres distintos, con sus fricciones y sus conflictos. No puedes crear escondites artificiales.”
Y quizá sea un poco ingenuo o demasiado positivo con respecto a la razón de ser de las cosas
“La antigua forma de hacer las cosas ya no funciona, pero aún no hemos encontrado la nueva forma de funcionar. Así que hay un vacío entre las reglas que ya no sirven y las que aún tenemos que imaginar”
La pobreza y el desempleo constituyen hoy el núcleo de deslegitimación del sistema económico vigente, lo que los gobiernos neoliberales “parecería” no saber cómo resolver, sin embargo me atrevería a afirmar que cada uno de sus pasos es parte de un plan hacia un fin mayor, que como bien lo muestran las formas que adoptan las nuevas economías ya no se sustenta en la acumulación sino en el poder. El 20% más rico tiene el 94% de la riqueza y el 80% restante no tiene prácticamente nada, solo el 6% del total. Un poder que sigue en crecimiento a través del intercambio de la información, tanto en cuanto a la que brindan a través de los medios de comunicación formando la opinión pública o la que toman del flujo de información de internet y utilizan a fin de sus propios intereses. La globalización genera su efecto y los poderes empresariales tienen el control político, económico y social. Resulta una paradoja, o no, hablar de libre mercado en un mundo que económicamente trasciende las fronteras, donde se ataca la diversidad cultural pretendiendo imponer pautas de consumo iguales para todos, pero los individuos no pueden circular libremente por el mundo como lo hace el capital.
Se dice que la política atraviesa en todo sentido al ser humano, pero es el hombre quien realmente atraviesa la política por eso para concluir me gustaría dejar de lado los conceptos y lo académico, en definitiva por que el pensamiento neoliberal, el capitalismo, los grupos económicos, los gobiernos, los medios de comunicación, la corrupción y todo lo que llamamos “el problema” se vale de las personas. Parece hasta ridículo que un 20% pueda tener el control sobre el 80% del mundo y estos no puedan haber hecho nada hasta ahora para cambiarlo. El comunismo incluso prometiendo igualdad, en proporciones, mató tanta gente de hambre como el capitalismo. En menor escala también sabemos cómo terminan la mayoría de quienes alguna vez empezaron luchando por los derechos, por ejemplo de los trabajadores, o de cómo se utilizan las fundaciones, ¿cuál es el verdadero fin de ayudar?
¿Es otro sistema el que necesitamos u otra sociedad, otros valores?

Marian.


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