Relaciones tóxicas Piloto: Una triste despedida.

 

     


                            “creo que en este mundo tienes que elegir como cuentas las historias tristes”


Es difícil decirle adiós a un compañero de más de 30 años… sobre todo cuando sabes que en el mundo no vas a encontrar a nadie como él…  

Quien podría decir que después de tantos años, cuanto más tiempo pasamos juntos, más irresistible me resulta…

Nuestra relación comenzó un 20 de octubre cuando tenía solo 14 años. Lo había visto de cerca muchas veces y en muchas bocas, sabía que andaba con cualquiera que no se quisiese demasiado y, aunque nuestro primer encuentro no fue muy agradable, no pude decirle que no.

A principio nos veíamos a escondidas. Salíamos sólo en compañía de las amigas en las que se podía confiar y con un kit de camuflaje espía profesional que incluía el cepillo de dientes, el desodorante y 10 o 20 pesos de bubbaloo… (sí, el del juguito)

Los 90 eran otros tiempos …  lo hacíamos en baños públicos, en Mac Donald y hasta en el cine… poníamos verde al acomodador hasta que con su linterna amenazaba con echarnos. Era tan divertido como hacer ruido con las bolsas de papas fritas debajo de la butaca.

Las relaciones prohibidas tienen ese no sé qué de adrenalina extra, pero que les voy a contar que ya no sepan…

Muchas veces me dijeron que era tóxico, pero ¿quién podría juzgarme?, en lo relativo a las relaciones una nunca hace caso… como si alguna vez mis amigas me hubieran dado bola cuando les decía: ese no te conviene

Quizá producto del matriarcado + educación religiosa es igual a “échame la culpa” Siempre tuve mis dudas sobre si la tóxica no sería yo. En definitiva, tenía que estar ahí presente cada vez que yo quería, y ¡ya!… sino pobre de quien se atreviera a reprimirme o pretendiera hacerme esperar

Durante la cuarentena nos volvimos inseparables. Ya no estábamos en los 90 y, mientras que en la rutina habitual los espacios compartidos nos separaban, cuando mi habitación se convirtió en el home, class, oficce y maratón de cine, las reglas las empecé a poner yo. Acá vale todo. Sacando a los humanos, por supuesto, que debían respetar la distancia social. Nos teníamos el uno al otro…

Lo que más me atrajo de esta relación es que pude ser yo misma y jamás me cuestionó, no me hizo escenas, ni me rompió las pelotas con el celular.  En las buenas y en las malas fue un compañero leal, silencioso y casi incondicional.  

Considerando que crecí en una sociedad donde, especialmente para las mujeres, el significado del amor es que el otro piense, haga y diga en perfecta sincronización con nuestros deseos, sin tener que decirlo porque, de lo contrario, nos enojamos igual... Realmente lo idealicé y creí que lo nuestro se parecía bastante a la perfección, pero a quien le voy a mentir,

no soy la que tiene el control y tampoco soy libre de hacer lo que se me antoja si no lo tengo cerca,

el daño es lento e imperceptible hasta que deja de serlo, como la misma idea de normalidad que impone la cultura, como cualquier relación tóxica…

porque, aunque ahora mismo haya personificado mi relación con el tabaco, lo relevante no es el estímulo sino nuestra relación con él. Al cerebro el qué o el quién, le da igual.

Y cuando buscas la coherencia y decidís que de verdad no queres nada más tóxico en tu vida… todo, tiene que ser todo. Y a veces incluso, los límites son algo que debemos ponernos a nosotros mismos. Aun cuando lo que mejor nos sale es el guion de las excusas

Y cuando de verdad queres ser libre nada externo te puede condicionar.

Y a veces necesitas ayuda profesional y parte del tratamiento, entre muchos cambios de hábitos, era compartir mi compromiso antes de llegar al “contacto cero”.

Y aunque este es mi viaje y NO quiero compañía, elijo hacerlo a mi manera y transformarlo en algo productivo.

Si bien socialmente hay adicciones más aceptadas que otras, una dependencia es algo que limita la libertad y la capacidad de una persona para sentirse plena. paradójicamente eso que necesitas para llenar vaya a saber que, es lo mismo que va a impedir que lo hagas.  Puede ser la adicción a las drogas, al tabaco o al alcohol, pero también a estados de ánimo negativos, a emociones displacenteras, a la comida o las compras, a las series, a los jueguitos o al celular, a personas, a la aprobación y validación social, a la atención y a cualquier cosa que el cerebro interprete como una recompensa.

Nuestras relaciones con los demás son un componente esencial de nuestro desarrollo personal. Desde mi punto de vista si solo nos relacionáramos con personas que nos motivan a ser mejores, el éxito sería una consecuencia natural. Nadie que de verdad aspire a una vida saludable y plena puede relacionarse con algo o con alguien que lo dañe, física, mental o emocionalmente. Si nos guiáramos por este principio, nos daríamos cuenta de que muchas de las dificultades que interpretamos en la vida son complicaciones que nosotros mismos creamos.

Una vez me dijeron que las relaciones, se sabe cómo empiezan, pero no como terminan y ninguna relación tóxica puede terminar bien. Sin embargo, el verdadero desafío es reconocer estas dinámicas a tiempo y tener el valor de cambiar el rumbo. En los próximos capítulos, exploraremos cómo identificar estas señales, cómo construir relaciones saludables y cómo, a través de la reflexión y el autoconocimiento, podemos transformar nuestras vidas y nuestras conexiones con los demás.

 

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