Trabajo de investigación Julio Cortazar
“La
cultura es el ejercicio profundo de la identidad”
Julio Cortázar
Cortázar por Cortázar
Biografía
y Obra
“Era el hombre más alto que se podía imaginar,
con una cara de niño perverso dentro de un interminable abrigo negro que más
bien parecía la sotana de un viudo y tenía los ojos muy separados, como los de
un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo si
no hubieran estado sometidos al dominio del corazón”
Gabriel García Márquez.
Julio
Florencio Cortázar
Nació
en Bruselas a las 3 de la tarde, un 26 de agosto de 1914 mientras las tropas
alemanas invadían las calles en los comienzos de la primera guerra mundial.
Julio contó en una entrevista a Alberto Perrone que su madre lo esperaba
inquieta en el hospital a la vez que escuchaba los obuses alemanes que hacían
explosiones muy cerca.
“Las circunstancias de mi nacimiento fueron
nada extraordinarias pero un tanto pintorescas, mi lugar de nacimiento dependía
de la función que le hubieran dado a mi padre en ese momento, y el hecho de que
el acababa de casarse y llegó prácticamente en viaje de bodas a Bélgica hizo
que yo naciera en esa ciudad al mismo momento que el káiser y sus tropas se
lanzaban a conquistar Bélgica. Mi nacimiento fue un nacimiento sumamente
bélico, lo cual dio como resultado a uno de los hombres más pacifistas que hay
en este planeta”
Su padre era de ascendencia vasca y su madre
de padres franceses y abuelos alemanes, ambos nativos argentinos. Cortázar dice
al respecto
“muchos de
los argentinos consideraríamos que Argentina es un país de inmigración que
produce una especie de cócteles humanos, mezclas de razas, cosa por cierto
afortunada porque yo sigo creyendo que uno de los caminos positivos de la
humanidad es el mestizaje, cuanto más grande sea la fusión, más podremos
eliminar los chauvinismos, los patrioterismos, los nacionalismos de frontera
absurdos e insensatos (…) Yo soy uno de esos cocteles producidos por la
inmigración”
Hasta 1918 vivió en Barcelona, una vez
terminada la guerra volvió con su familia a la Argentina instalándose en uno de
los suburbios de Buenos Aires, Banfield, donde vivió hasta los 17 años. Cuenta
que en ese entonces era un pueblito casi de campo a media hora de buenos aires,
lo describe como el tipo de barrio que tantas veces te encuentras en las letras
de los tangos, calles no pavimentadas, gente que todavía andaba a caballo,
donde la circulación de mercadería se hacía en carreta, con pequeños faroles en
las esquinas y una pésima iluminación que favorecía el amor y la delincuencia
en proporciones más o menos iguales.
El padre abandona la familia cuando Julio
tenía 6 años, dejando a su madre y a su hermana un año menor en medio de muchos
apuros económicos. Describe a su madre como una mujer culta, pero indefensa en
la sociedad machista argentina de los años 20, donde podría haberse
desarrollado bien como traductora pero para
entonces solo se le permitían trabajos en la administración pública. No volvió
a saber de su padre hasta que murió.
En 1932, obtiene el título de Maestro Normal,
y en 1935, el de Maestro Normal en Letras. Título que lo habilitaba a enseñar
cualquier materia, no conforme con esto, que describe despectivamente como
profesor orquesta, ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero al poco tiempo
se da cuenta de la imposibilidad de continuar sus estudios ya que debía ayudar
económicamente a su madre. Durante algunos años enseño en escuelas de distintas
ciudades hasta la llegada a la presidencia de Juan Domingo Perón cuando decide
presentar su renuncia. "Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme
obligado a 'sacarme el saco como les pasó a tantos colegas que optaron por
seguir en sus puestos." Regresa a Buenos Aires, donde comienza a trabajar
en la Cámara Argentina del Libro.
Sus
primeros pasos como escritor
“Un escritor nunca llega a escribir lo que
él quisiera escribir, un libro más es en cierta medida un libro menos, menos en
ese camino final de irte acercando al libro final y absoluto que nunca
escribes, porque te mueres antes. Son las etapas de la eliminación de lo
superfluo en la medida para llegar a lo absoluto”.
Tenía 7 u 8 años cuando su madre ya
coleccionaba poemas que el escribía en cuadernos o papeles sueltos subido a las
ramas de un viejo sauce del patio trasero de su casa. Su madre decía que había
que pescarlo y sacarlo al sol porque leía y escribía mucho, incluso un médico
le había recomendado que le prohibiera los libros durante algunos meses.
A los 9 años ya había escrito una novela “muy
lacrimógena, muy romántica, que todo el mundo moría al final” Se auto retrata
“como muy sentimental, con muy mal gusto en materia de sentimientos, de los que lloran en el cine
y luego salen disimulando la cara. Le escribía sonetos a mis compañeras de la
escuela primaria, esas niñas con trencitas de las que me enamoraba fatalmente,
con un amor que solo podía terminar en la muerte”
“Siempre
he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por
una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar
por la ventana”
Relata un punto de inflexión en su vida a la
edad de 12 años cuando al prestarle a un compañero de su clase un libro, el
niño se lo devolviera diciendo que era muy fantástico.
En ese momento lo fantástico adquirió un nuevo
sentido. Se movía bien en el mundo de lo imaginario sin distinguirlo de lo real
(la lógica), y no se asustaba ante ello en su vida cotidiana. Una visión en que
la realidad y lo fantástico se cruzan continuamente. Algo para el indivisible.
En una librería de Buenos Aires descubre el
libro Opio, de Jean Cocteau, cuya lectura cambia "por completo" su
visión de la literatura y le hace descubrir el surrealismo.
“Ese sentimiento de lo fantástico, como me
gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento incluso un poco
visceral, ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde
muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la
realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis
maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que
entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay
intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento,
que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no
podía explicarse con la inteligencia razonante.”
“Mi noción de fantástico es una noción que
finalmente no es diferente de la noción del realismo para mi realidad es una
realidad donde lo fantástico y lo real se entrecruza cotidianamente”
Él se considera un vago para escribir “lo hace
cuando le da la gana y se toma todo el tiempo que quiere” No se considera un
escritor profesional sino un aficionado que ha escrito algunos libros, sin
horarios y poco disciplinado en sus horas de trabajo.
“No tengo ninguna noción de horario, me
resulta insoportable, nunca he querido. En la época que he tenido que ganarme
la vida con algo que nada tenía que ver con la literatura nunca aguanté lo horarios, siempre me busqué
un tipo de empleo que supusiera dos o tres horas de trabajo a lo sumo aunque te
pagaran muy poco porque luego salías a la calle y eras tú, en el trabajo
literario es lo mismo trabajo de una manera muy desperdigada, muy anárquica y
sin horario, salvo, y ya no es una cuestión de horario sino de obsesión cuando
estoy llegando al punto central de lo que quiero decir, porque en ese momento
yo soy un poco la víctima de lo que estoy haciendo , soy poseído por lo que
estoy haciendo. “
En su vida personal a pesar de haber contado con
pocos pero buenos amigos en su infancia y juventud, se describe, al menos hasta
su llegada a Paris, por un hombre muy solitario, que gusta y puede pasar largas
temporadas solo
“yo sé que hay un especie de desgarramiento en
mí. Yo soy por naturaleza solitario y luego ya viviendo en Europa, por otros
motivos, descubrí a mi prójimo, en ese momento lo que yo reivindicaba como un
derecho, casi como un orgullo el hecho de que me dejaran en paz, se convirtió
un poco en un sentimiento de culpa, actualmente trato de darme lo más que
puedo, cuando pienso que el hecho de darme no es totalmente inútil. Es un poco
como la historia de Dr jekill y Mister Hide , digamos que el solitario es Mister
Hide, el malo, y Dr Jekill es el que trata de hacer alguna cosa, hay un continuo
divorcio, un enfrentamiento permanente, y lamento, pero es algo que me sucede
que en grandes reuniones, con contactos humanos muy bellos en que me siento muy
bien y estamos haciendo cosas en común, hay un minuto en que Míster Hide me
dice en el oído: Hombre y porque no estás escuchando un disco tranquilo en tu
casa”
En 1938, publica bajo el pseudónimo de Julio
Denis su primer poemario “Presencia” sonetos con influencias simbolistas. Empezó
a publicar bastante tarde, quizá por un especie de narcisismo que él ve como
una autocrítica rigurosa, el libro no estaba pensado para la venta, se hizo una
tirada de 250 ejemplares para destinar entre sus amigos.
Colabora con algunas revistas y hacia 1944 publica
su primer cuento, Bruja, en la revista Correo Literario. Reúne un primer volumen
de cuentos, La otra orilla, en 1945.
Entre 1945 y 1947 escribe "El
exámen". Que describe la situación de Buenos Aires en plena descomposición
económica, libro que no se publicó ya que su editor consideraba que tenía
muchas palabrotas. Cortázar considera que podría haber influido en la forma de
pensar en Argentina.
En 1946 publica el cuento Casa tomada en la
revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges. Cuento que
en 1951 ocuparía junto a otros cuentos un lugar en “Bestiario” 6 cuentos
entrelazados con un lenguaje coloquial y directo. Son los primeros cuentos en
los que sintió seguridad en decir lo que quería expresar. Son cuentos
fantásticos, separados de lo real. El sentimiento de lo fantástico en su obra
es algo que no puede explicar.
"Yo
me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. Él me dijo:
'¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en Diagonal Norte?' No, le
dije yo. Entonces él me dijo: 'Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo
que volviera al cabo de una semana y que usted me diría lo que pensaba del
manuscrito'. Yo dirigía entonces una revista, Los Anales de Buenos Aires, una
revista ahora indebidamente olvidada, que pertenecía a la señora Sara de Ortiz
Basualdo, y él me llevó un cuento, Casa tomada; al cabo de una semana volvió.
Me pidió mi opinión, y yo le dije: En lugar de darle mi opinión, voy a decirle
dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta, y dentro de unos días
tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi
hermana Norah". Cortázar me dijo: 'Lo que yo quería recordarle también es
que ese fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me
conocía. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un
texto de Julio Cortázar.
Jorge
Luis Borges
Casa
Tomada
Nos gustaba la casa
porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la
más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros
bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene
y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían
vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana,
levantándonos a la siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas
habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre
puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos pocos platos sucios. Nos
resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos
bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que
no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se
me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los
cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso
matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por
los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos
primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el
terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos
justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica
nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el
resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo
creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto
para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas
para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía
un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era
gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a
perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana;
Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver
madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y
preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no
llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa
que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia.
Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro,
pero cuando un pulóver está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un
día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas
blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no
tuve valor de preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos
ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba.
Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza
maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos
plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se
agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso. Cómo no acordarme de la
distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y
tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia
Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa
parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y
el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba
a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera
que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los
lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía
a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de
roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la
izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho
que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno
que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los
que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta
parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para
hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles.
Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a
otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el
polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de
macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un
momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre
con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba
tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió
poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la
entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina
cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y
sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de
conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo
del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la
puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el
cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el
gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina,
calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a
Irene: –Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
Dejó caer el tejido y
me miró con sus graves ojos cansados.
– ¿Estás seguro?
Asentí.
–Entonces –dijo
recogiendo las agujas– tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con
mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que
tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos
pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que
queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la
biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la
abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en
una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente
sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos
mirábamos con tristeza.
–No está aquí. Y era
una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos
ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las
nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados.
Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo.
Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene
cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre
resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar.
Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida
fiambre. Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo
andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana
me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar
el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos
en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía: –Fijate este
punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol? Un rato después era yo
el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito
de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a
no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba
en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de
estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene
decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el
cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se
escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos
el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores
domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las
hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza.
En la cocina y el
baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más
alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de
loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces
permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al
living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más
despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando
Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba enseguida). Es casi repetir lo
mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le
dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta
del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal
vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó
la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra.
Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de
la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba
el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos
siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta
cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuertes pero siempre sordos,
a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán.
Ahora no se oía nada. –Han tomado esta parte –dijo Irene. El tejido le colgaba de
las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que
los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
– ¿Tuviste tiempo de
traer alguna cosa? –le pregunté inútilmente.
–No, nada.
Estábamos con lo
puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya
era tarde ahora. Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la
noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba
llorando) y salimos así a la calle.
Antes de alejarnos
tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla.
No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la
casa, a esa hora y con la casa tomada.
Fin
Se dijo entre sus lectores que el cuento
pretendía ser una alegoría del peronismo y la situación argentina. Fue donde
percibió algo para el muy bello, “la multiplicidad de la lectura de un texto”
Descubrir que hay lectores que te siguen como escritor y que al mismo tiempo
están leyendo tus cuentos o tus noveles desde una perspectiva totalmente
diferente al momento de escribirla”
Cuenta que en realidad esa historia surgió de
una pesadilla. Los hermanos no estaban, sólo él era el protagonista y algo que
no podía identificar lo iba desplazando poco a poco a lo largo de las habitaciones
de una casa hasta echarlo a la calle. Tenía esa sensación de las pesadillas que
es un espanto total sin que nada se defina. Simplemente el miedo en estado
puro. Sentía que algo espantoso iba a suceder de un momento a otro “había una
cosa espantosa que avanzaba, indefinible. Se traducía por ruidos, una sensación
de amenazas que avanzaba y yo me iba creando barricadas ante ellas. Retrocediendo
y cerrando puertas, hasta que finalmente la última puerta era la de la calle. Y
en ese momento me desperté, antes de salir a la calle.”
Al despertar lo escribió de una sentada en su
máquina de escribir sintiendo que su sueño era un símbolo.
Cortázar no niega la posibilidad de que esa
interpretación de que quizá el estuviera manifestando su reacción como
argentino frente a lo que sucedía en la política no se pudiera excluir y
pudiera traducirse de manera fantástica, o simbólica a través de su pesadilla. “Cualquier
análisis psicoanalítico de nuestros sueños te demuestra que ese terrible león
es tu tía juanita y que el gato es tu hermana, es toda una simbología, el sueño
sustituye una cosa por otra, te lanza a un mundo de símbolos” Sin embargo
también podríamos agregar que en el cuento aparecen algunos elementos muy
descriptivos que parecen ser muy característicos en la vida de julio y se
repiten en algunas de sus obras. Si bien “el miedo” parece ser la idea central
en su pesadilla es “la rutina” lo que de alguna manera marca el hilo de la
historia en casa tomada.
Así comienza Historia de Cronopios y de Famas
(1962)
Manual de instrucciones
“La tarea de ablandar el ladrillo todos los
días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada
mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción
perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos
zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las
casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero
«Hotel de Belgique».
(…)Apretar una cucharita entre los dedos y
sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una
cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle
suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la
cuchara, emplearla para revolver el café. Y no que esté mal si las cosas nos
encuentran otra vez cada día y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma
mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra
vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por qué estaría mal?”
Mientras que en casa tomada la rutina aparece
de manera un poco más sutil detrás de los hábitos de los personajes, lo primero
que lo empuja a escribir historia de Cronopios es la rutina de la cotidianeidad
literalmente expresada como algo despectivo contra lo que no se puede hacer
nada, donde pretende incluso cuestionarse ¿por qué estaría mal? Pero sin llegar
a convencerse. No deja de pasar inadvertida más adelante en Simulacros,
narrando sobre la vida aparente de una familia de clase media donde también
aparece frente a lo absurdo de la historia la rutina definida como un pesar “Contar
lo que hacemos es apenas una manera de rellenar los huecos inevitables (…) lo
único que vale es hacer cosas, y por eso las cuento casi sin ganas, nada más
que para no sentir tan de cerca la lluvia de esta tarde vacía.”, “para matar el
tiempo” menciona en casa tomada al referirse a su colección de estampillas. ¿Qué
podrían estar simbolizando los ruidos y eso que el describe como una cosa
espantosa que avanzaba, indefinible, sino la rutina? ¿Algo de lo que desea huir
tan desesperadamente como para dejar la casa y tirar las llaves por una
alcantarilla? Abandonar esa vida cómoda pero vacía y carente de sentido. Al
cerrar la primera puerta, percibe lo que deja atrás, cosas que un principio
extraña pero puede acostumbrarse a vivir sin ellas. Esa necesidad de incorporar
una presencia fantástica de las que nada se sabe para darle un sentido a su
huida. Agregarle algo de fantástico a su monotonía, quizá a sus cuentos. De lo
que a pesar de cerrar las puertas no se puede escapar porque es una sensación
que vive en su interior. Despojarse de todo lo material, salir al mundo y tirar
las llaves para asegurarse de no volver.
Que pretende mostrar en realidad con esa forma
casi incestuosa de referirse a su hermana que a la vez que resalta junto a la
casa como lo importante del relato, la describe como alguien “nacida para no
molestar” pero donde sin embargo él no deja de poner su atención. Quizá al amor
que en tanto platónico y prohibido lo inspira a escribir e idealizar y en cuanto
tangible es consumido por la rutina, que como en algún momento menciona
respecto de sus poemas infantiles las historias de amor solo podían terminar en
muerte. Alguna relación tal vez con el abandono de su padre en la infancia, con
la forma de ver a su madre “indefensa” que lo llevara a expresar el dolor a
través de sus poemas y cuentos y a crearse simultáneamente a través de la
fantasía una realidad paralela para evadir el mundo real que no podía soportar.
Aurora Bernárdez, lectora, traductora y primera
mujer de Cortázar, con quien se casó en 1953, también se refiere a Julio como
alguien a quien a pesar de detestar las rutinas, los horarios y las costumbres
era un hombre que no podía prescindir de sus manías, como colocar a la
izquierda la pipa y a la derecha la lapicera y el papel, el horario del Whisky,
del cogñac y del café.
“Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a
no pensar. Se puede vivir sin pensar” dice, sin embargo el sonido del metal de
las agujas de tejer y las hojas del libro de estampillas dando vueltas no
fueron suficientes para acallar las voces internas que lo llevaron a cruzar la
puerta a una nueva realidad.
El mismo se declara como parte de la pequeña
burguesía, una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la
clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por
estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una
actividad literaria, clase a la que también pertenecen los personajes de casa
tomada, quienes no precisan trabajar ya que acumulan el dinero que le llega de
los campos. Una clase que como dice Benedetti en su poema a la clase media: “Clase
media, medio rica, medio culta. Entre lo que cree ser y lo que es”
Una
clase que no parece querer mirar más allá de su círculo, y de alguna forma vive
en una fantasía que no es “el mundo” sino su mundo, como en Simulacros, la
familia de la calle Humbold, que construye una plataforma aún más alta de la
que tenía como para poder mirar por arriba a los demás.
Podrían ser estos, quizá, los primeros signos
de la transformación de un hombre que empezaba a tener otra visión del mundo, para
quien la vida y la literatura no tienen división. De un hombre solitario, donde su ideología solo ocupaba una charla de café,
en un hombre solidario comprometido con la realidad social y los derechos
humanos.
El
mismo cambio del hombre de la mano de su obra, que se plantea como escritor el
pasar de escribir cuentos y la
posibilidad de poder llevar una novela, no solo con la incorporación de más
personajes sino pudiendo interiorizar en ellos “Pensé que la novela tenía los
suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy
pequeña escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí,
esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los
personajes de los libros sino ir a una indagación más profunda del hombre como
ser humano, como ente, como destino.”
“ya
para ese entonces me había dado cuenta que mi destino era buscar”
En 1960 la primera novela de julio Cortázar,
los premios, invita al lector a través de cada uno de los pasajeros a que cada
uno pueda hacer un viaje a su propio ser, se plantea la posibilidad de ser
capaz de manejar un relato con muchos personajes importantes. Dice haberlo vivido
de manera experimental tanteándose a sí mismo viendo hasta donde podía llegar y
atrapado por la situación se le dio
vuelta un personaje. Cuenta que no quiso tomar personajes intelectuales, quería
gente media, mediocre que vive experiencias metafísicas al conocer "que
hay al otro lado de las cosas".
En el
surge el personaje de El Pelusa, al que ve de forma irónica, desapegada al
principio, pero a medida que avanza en
la historia resultó ser uno de sus personajes más humanos.
En ese tiempo estaba lejos de tener una
conciencia política, “yo pertenezco a la pequeña burguesía y tenía prejuicios
de tipo clasista”, entonces ese personaje, el pelusa, que es un hombre del
pueblo, no tenía nada que ver conmigo”
dice del "El perseguidor" un cuento en el
que se inspiró al enterarse de la muerte de Charly Parker, uno de sus
preferidos referentes de la música, ya que además de la literatura era amante
del Jazz no tiene nada de fantástico sino algo que lo haría importante para él,
distinto de lo fantástico característicos de los personajes de sus otros
cuentos, “una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de
jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una
fatalidad que lo persiguió toda su vida.” “Cuando terminé ese cuento y fui su
primer lector, fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura
de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos,
monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.”
Se dice que fue además de la muestra de que
podía moverse en un ambiente novelesco, una suerte de ensayo de lo que sería
“Rayuela” publicada por primera vez en España en 1963, constituye una de las
obras centrales del “boom latinoamericano”. un libro que sorpresivamente creyó
que escribía para lectores de su edad y fue muy bien recibido por los jóvenes. El
autor advierte que el libro puede ser leído de distintas formas y no es nunca
el mismo libro. Para Cortázar “es una tentativa de negación de la realidad
cotidiana y admisión de otras posibles realidades, aperturas. El libro camina a
través de algunos episodios absurdos, incoherentes, donde situaciones
dramáticas son tratadas con sentido del humor o viceversa; donde hay episodios
inaceptables desde un punto de vista realista cotidiano.”
Fue después de su primera visita a Cuba donde
finalmente tomó conciencia. Ella le mostraría "el gran vacío político que
había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme, traté
de entender, de leer"
En 1973 escribe el Libro de Manuel, habla de
las preocupaciones estéticas, políticas y sociales del autor.
Al
escribir ese libro sintió que él mismo se lo habían encargado como argentino. “Era
el momento de la Dictadura de Lanusse donde empezaba una escalada de violencia
que llegó a hacer de la tortura una institución, una técnica monstruosa que va
más allá de toda descripción.”
Lo califica como el peor de sus libros. Dice
haber pretendido comunicar una visión política, pero su forma de decir las
cosas es la literaria.
Cortázar cree que sus ideas no son lúcidas, no
sabe pensar. Sólo tiene intuiciones y su proceso intelectivo las une y expresa.
No sabe discutir y sabe que cualquiera podría rebatir su punto de vista.
“A mí me
maravilla el funcionamiento de una inteligencia pura. Cuando hablo con alguien
que es un gran intelectual, en el sentido preciso de la palabra y veo como la
inteligencia asocia ideas y crea continuamente silogismos internos, saca
consecuencias y de esas consecuencias saca nuevos silogismos y vuelve otra
consecuencia. Yo soy absolutamente incapaz de eso. Pero cuando escribo en todo
caso hay otro camino, es decir es un camino de ventanas que se abren un poco y
ahí hay algo y de alguna manera lo digo. Y tengo la impresión que mi contacto
con los lectores se hace por ese camino y no por el camino de las ideas. Por
eso es que las circunstancias actuales, donde los compromisos de tipo
geopolíticos, la fe que uno tiene en ciertos destinos de la humanidad son ya
indisociables de la literatura, lo asumo, pero sucede que a veces dentro de esa
línea tengo que escribir textos que deberían ser ensayos, reflexiones, y ahí
estoy verdaderamente muy perdido, no me siento cómodo porque no soy un hombre
de ideas”
En el caso del libro de Manuel, estaba
destinado a ayudar en el plano práctico a los prisioneros políticos de
Argentina. Por este motivo no quiso retribución alguna, donando los derechos de
autor a los abogados que defendían los derechos de los prisioneros políticos.
Un mes después que Cámpora ganara las elecciones fueron liberados.
Fue criticado por derecha y por izquierda, los
primeros desilusionados de un autor que los tenía acostumbrados a lecturas
apolíticas y “les soltaba un libro que no les gustaba ideológicamente” y los
segundos porque consideraban que frente a tan graves incidentes como estaban
ocurriendo en el país no podía escribirse una novela.
Pero más allá de unos y de otros, reconoce
haber aguantado muy bien los palos y que su mayor recompensa como escritor fue
como su libro continuaba la historia en los viajes que cada madre podía hacer
al sur a ver sus hijos presos gracias al dinero recibido por el libro.
Julio Cortázar fallece el 12 de febrero de
1984 a los 69 años, en el hospital de Saint Lazare, en París. Se dijo que a
causa de una leucemia agravada, al igual que su tercera mujer, dentro de las
más conocidas, Carol Dunlop quien había
fallecido un año y medio antes. Se dijo años después que la verdadera causa
había sido el sida, cuando aún era la enfermedad sin nombre que consistía en un
retrovirus no identificado para el que en aquel entonces no existía ninguna
cura.
“La
muerte de Julio Cortázar ha conmovido al mundo literario. Gabriel García
Márquez, premio Nobel de Literatura, declaró ayer desde México: "Se ha muerto
un gran amigo y uno de los grandes escritores contemporáneos". Mario
Vargas Llosa, escritor peruano, afirmó: "Estoy sobrecogido... Su obra es
decisiva para el florecimiento de la narrativa latinoamericana". El
escritor italiano Italo Calvino definió a su obra como "una proeza
literaria", mientras que el uruguayo exiliado en España Juan Carlos Onetti
dijo que "Cortázar cumplió la noble tarea de renovación que se había
propuesto".
Diario EL PAIS lunes 13 de febrero de 1984
“YO me
movía con naturalidad en el territorio de lo fantástico sin distinguirlo
demasiado de lo real, que sucedieran cosas fantásticas en los libros o que
pudieran sucederme a mí en la vida eran hechos que yo asumía sin protesta y sin
escándalos y me encontré envuelto en un sistema social donde eso sí es un
escándalo y se lo reduce directamente de manera racional, es una casualidad, es
una coincidencia, es una excepción, es una manera de echar hacia atrás lo que
está amenazando, por otros caminos que los caminos de la lógica.”
Como no quedarse corta. Vale la pena decir que
por falta de tiempo y no por desinterés o por restar importancia a muchos
aspectos de su vida en los que también me hubiera gustado profundizar. Leer una
y otra vez sus palabras sin que pierdan el acento francés o pueda imaginarlas
de otra manera, con sus pausas, sus repeticiones, y esa forma extraña de
ordenar las oraciones. Su vida desde su percepción y de los que más le
acompañaron.
Su estrecho vínculo con Gabriel García Marques
y Carlos Fuentes quien en uno de sus tributos se quiebra luego de decir, que
como dice Gabo, los diarios mienten, y Cortázar aún está vivo… y como no
quebrarse con él. Que a través de todos sus escritos y anécdotas pueden
decirnos más de él que cualquier biografía académica. El amor incondicional aún
presente de Aurora, quien lo cuidó y acompañó en los últimos momentos de la
evolución de su enfermedad
Son
muchas las obras trascendentes, las anécdotas y los grandes personajes de su
vida que dejo afuera y en los que uno se podría extender eternamente. Mucho
podría hablarse del compromiso social que asumió los últimos años de su vida,
pero lo que me surgió como más importante fue la transformación que lo llevó a
ello, como en su obra que va evolucionando a través del trabajo interior que
hace en los personajes, denota su transformación como hombre, lejos de poder
considerarlo una casualidad, o una coincidencia.
Se suele decir “que los árboles no te dejen
ver el bosque”, en ocasiones creo que es al revés, Cuando veo el mundo estoy
convencida de que no tenemos futuro, pero cuando logro ver la transformación de
un hombre, tengo esperanzas.
“Espíritu extraordinariamente alerta con todo
lo que denuncie en el hombre una dimensión maravillosa, Cortázar es también un
observador muy certero de esa realidad inmediata que se compone de gestos y
palabras banales, de actos triviales sin consistencia. En sus libros esas dos
caras de la vida se funden como una moneda. Pero el no cree que la vida sea
divisible”
Mario Vargas Llosa.
Lo conocí en París, creo que en 1966, en casa
de Darwin Flakoll y Claribel Alegría, amigos comunes. Desde el pique me pareció
un tipo entrañable, sin falsas modestias ni caricaturas de vanidad. El
posterior conocimiento, el trabajo conjunto y las muchas horas de conversación
mantenidas a través de los años en diversos puntos del conturbado planeta, me
han confirmado su actitud generosa, su sincera y eficaz militancia en defensa
de las conquistas revolucionarias de Cuba y Nicaragua.
Mario Benedetti
El ciudadano Julio Cortázar, el bondadoso.
Cuántas veces nos vimos en la casa de Soriano, en ese París. Cortázar, que se
nos fue hace veinte años, era el hombre del bolsillo abierto, con el corazón en
esa América latina del Sandino y los Zapata. Nos llenó de letras mostrándonos
nuevos caminos e interminables sueños e ilusiones en sus libros irrepetibles.
Cortázar terminó en la pureza corroborada por el hecho de que el presidente de
la Rosada no lo recibió. A Cortázar, el puro. Me acuerdo del último encuentro,
cómo acariciabas a esa muchacha, tu amor. Tus ojos adolescentes revivían como
si estuvieras jugando a la “Rayuela” y llegaras al cielo para siempre,
acompañado.
Osvaldo Bayer
"Cortázar hombre viajó de la soledad a la
solidaridad, y esto le posibilitó sentirse y ser cada vez más joven, otro de
los puntos envidiados por muchos. Además logró tener todas las edades, con esa
capacidad de asombro que es también capacidad de pasión".
"Nos unían cosas muy hondas que no eran
solamente políticas en el sentido limitado que la gente le da a la palabra
"política", sino una vocación compartida, que era también una
vocación solidaria, una pasión de libertad compartida que en los dos pasaba por
la magia".
"El mayor mérito literario de Cortázar es
habernos ayudado a comprender hasta dónde es natural eso que llamamos
sobrenatural. Julio incorporó a la vida cotidiana esas energías secretas que
andan en el aire del modo más natural, más espontáneo. No hizo una literatura
fantástica opuesta a una literatura de la realidad, sino que hizo una
literatura de la realidad y, por lo tanto, hizo una literatura
fantástica".
Eduardo Galeano
Para Cortázar, la realidad era mítica en este
sentido: estaba también en el otro rostro de las cosas, el mínimo más allá de
los sentidos, la ubicación invisible sólo porque no supimos alargar la mano a
tiempo para tocar la presencia que contiene.
Por eso eran tan largos los ojos de Cortázar:
miraban la realidad paralela, a la vuelta de la esquina; el vasto universo
latente y sus pacientes tesoros, la contigüidad de los seres, la inminencia de
formas que esperan ser convocadas por una palabra, un trazo de pincel, una
melodía tarareada, un sueño.
El afuera y el adentro. Toda esta realidad en
vísperas de manifestarse era la realidad revolucionaria de Cortázar. Sus
posturas políticas y su arte poético se configuraban en una convicción, y ésta
es que la imaginación, el arte, la forma estética, son revolucionarias, destruyen
las convenciones muertas, nos enseñan a mirar, pensar o sentir de nuevo.
Cortázar era un surrealista en su intento
tenaz de mantener unidas lo que él llamaba "La revolución de afuera y la
revolución de adentro".
Carlos
Fuentes
Bibliografía
Entrevista “A fondo” por Joaquín Soler Serrano (youtube)
Aurora Bernárdez con Mario Vargas Llosa
(youtube)
La gaceta literaria, 11 de abril del 2011
La Nación Las clases magistrales de Cortázar
26 de julio de 2013
Tributo a Cortázar “Retratos de Julio
Cortazar” (Youtube)
Diario el País, Lunes, 13 de febrero de 1984
Clarín 12 de febrero de 2014
Las mejores obras de Cortázar, la gaceta de
Tucumán
Casa Tomada, Julio Cortázar
Historias de Cronopios y de Famas, Julio
Cortázar
Biografías Varias.
"No hay una auto crítica que empiece por
decir “yo también formo parte de las equivocaciones y de los defectos del
país”. “En la medida que el pueblo no se dé cuenta de que él es el protagonista
de su democracia, y no los demás, no vamos a salir adelante."
Julio
Cortázar /Entrevista a 7 días, Febrero de 1984, fragmento


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