Trabajo de investigación Julio Cortazar

           
“La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”
                                                      Julio Cortázar


Cortázar por Cortázar
Biografía y Obra

“Era el hombre más alto que se podía imaginar, con una cara de niño perverso dentro de un interminable abrigo negro que más bien parecía la sotana de un viudo y tenía los ojos muy separados, como los de un novillo, y tan oblicuos y diáfanos que habrían podido ser los del diablo si no hubieran estado sometidos al dominio del corazón”
                                                                                          Gabriel García Márquez.





Julio Florencio Cortázar
 Nació en Bruselas a las 3 de la tarde, un 26 de agosto de 1914 mientras las tropas alemanas invadían las calles en los comienzos de la primera guerra mundial. Julio contó en una entrevista a Alberto Perrone que su madre lo esperaba inquieta en el hospital a la vez que escuchaba los obuses alemanes que hacían explosiones muy cerca.

“Las circunstancias de mi nacimiento fueron nada extraordinarias pero un tanto pintorescas, mi lugar de nacimiento dependía de la función que le hubieran dado a mi padre en ese momento, y el hecho de que el acababa de casarse y llegó prácticamente en viaje de bodas a Bélgica hizo que yo naciera en esa ciudad al mismo momento que el káiser y sus tropas se lanzaban a conquistar Bélgica. Mi nacimiento fue un nacimiento sumamente bélico, lo cual dio como resultado a uno de los hombres más pacifistas que hay en este planeta”

Su padre era de ascendencia vasca y su madre de padres franceses y abuelos alemanes, ambos nativos argentinos. Cortázar dice al respecto
“muchos de los argentinos consideraríamos que Argentina es un país de inmigración que produce una especie de cócteles humanos, mezclas de razas, cosa por cierto afortunada porque yo sigo creyendo que uno de los caminos positivos de la humanidad es el mestizaje, cuanto más grande sea la fusión, más podremos eliminar los chauvinismos, los patrioterismos, los nacionalismos de frontera absurdos e insensatos (…) Yo soy uno de esos cocteles producidos por la inmigración”

Hasta 1918 vivió en Barcelona, una vez terminada la guerra volvió con su familia a la Argentina instalándose en uno de los suburbios de Buenos Aires, Banfield, donde vivió hasta los 17 años. Cuenta que en ese entonces era un pueblito casi de campo a media hora de buenos aires, lo describe como el tipo de barrio que tantas veces te encuentras en las letras de los tangos, calles no pavimentadas, gente que todavía andaba a caballo, donde la circulación de mercadería se hacía en carreta, con pequeños faroles en las esquinas y una pésima iluminación que favorecía el amor y la delincuencia en proporciones más o menos iguales.
El padre abandona la familia cuando Julio tenía 6 años, dejando a su madre y a su hermana un año menor en medio de muchos apuros económicos. Describe a su madre como una mujer culta, pero indefensa en la sociedad machista argentina de los años 20, donde podría haberse desarrollado bien como traductora  pero para entonces solo se le permitían trabajos en la administración pública. No volvió a saber de su padre hasta que murió.
En 1932, obtiene el título de Maestro Normal, y en 1935, el de Maestro Normal en Letras. Título que lo habilitaba a enseñar cualquier materia, no conforme con esto, que describe despectivamente como profesor orquesta, ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero al poco tiempo se da cuenta de la imposibilidad de continuar sus estudios ya que debía ayudar económicamente a su madre. Durante algunos años enseño en escuelas de distintas ciudades hasta la llegada a la presidencia de Juan Domingo Perón cuando decide presentar su renuncia. "Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a 'sacarme el saco como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus puestos." Regresa a Buenos Aires, donde comienza a trabajar en la Cámara Argentina del Libro.

Sus primeros pasos como escritor

 “Un escritor nunca llega a escribir lo que él quisiera escribir, un libro más es en cierta medida un libro menos, menos en ese camino final de irte acercando al libro final y absoluto que nunca escribes, porque te mueres antes. Son las etapas de la eliminación de lo superfluo en la medida para llegar a lo absoluto”.

Tenía 7 u 8 años cuando su madre ya coleccionaba poemas que el escribía en cuadernos o papeles sueltos subido a las ramas de un viejo sauce del patio trasero de su casa. Su madre decía que había que pescarlo y sacarlo al sol porque leía y escribía mucho, incluso un médico le había recomendado que le prohibiera los libros durante algunos meses.
A los 9 años ya había escrito una novela “muy lacrimógena, muy romántica, que todo el mundo moría al final” Se auto retrata “como muy sentimental, con muy mal gusto en materia  de sentimientos, de los que lloran en el cine y luego salen disimulando la cara. Le escribía sonetos a mis compañeras de la escuela primaria, esas niñas con trencitas de las que me enamoraba fatalmente, con un amor que solo podía terminar en la muerte”

“Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana”

Relata un punto de inflexión en su vida a la edad de 12 años cuando al prestarle a un compañero de su clase un libro, el niño se lo devolviera diciendo que era muy fantástico.
En ese momento lo fantástico adquirió un nuevo sentido. Se movía bien en el mundo de lo imaginario sin distinguirlo de lo real (la lógica), y no se asustaba ante ello en su vida cotidiana. Una visión en que la realidad y lo fantástico se cruzan continuamente. Algo para el indivisible.
En una librería de Buenos Aires descubre el libro Opio, de Jean Cocteau, cuya lectura cambia "por completo" su visión de la literatura y le hace descubrir el surrealismo.


“Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante.”

“Mi noción de fantástico es una noción que finalmente no es diferente de la noción del realismo para mi realidad es una realidad donde lo fantástico y lo real se entrecruza cotidianamente”
Él se considera un vago para escribir “lo hace cuando le da la gana y se toma todo el tiempo que quiere” No se considera un escritor profesional sino un aficionado que ha escrito algunos libros, sin horarios y poco disciplinado en sus horas de trabajo.
“No tengo ninguna noción de horario, me resulta insoportable, nunca he querido. En la época que he tenido que ganarme la vida con algo que nada tenía que ver con la literatura  nunca aguanté lo horarios, siempre me busqué un tipo de empleo que supusiera dos o tres horas de trabajo a lo sumo aunque te pagaran muy poco porque luego salías a la calle y eras tú, en el trabajo literario es lo mismo trabajo de una manera muy desperdigada, muy anárquica y sin horario, salvo, y ya no es una cuestión de horario sino de obsesión cuando estoy llegando al punto central de lo que quiero decir, porque en ese momento yo soy un poco la víctima de lo que estoy haciendo , soy poseído por lo que estoy haciendo. “

En su vida personal a pesar de haber contado con pocos pero buenos amigos en su infancia y juventud, se describe, al menos hasta su llegada a Paris, por un hombre muy solitario, que gusta y puede pasar largas temporadas solo

“yo sé que hay un especie de desgarramiento en mí. Yo soy por naturaleza solitario y luego ya viviendo en Europa, por otros motivos, descubrí a mi prójimo, en ese momento lo que yo reivindicaba como un derecho, casi como un orgullo el hecho de que me dejaran en paz, se convirtió un poco en un sentimiento de culpa, actualmente trato de darme lo más que puedo, cuando pienso que el hecho de darme no es totalmente inútil. Es un poco como la historia de Dr jekill y Mister Hide , digamos que el solitario es Mister Hide, el malo, y Dr Jekill es el que trata de hacer alguna cosa, hay un continuo divorcio, un enfrentamiento permanente, y lamento, pero es algo que me sucede que en grandes reuniones, con contactos humanos muy bellos en que me siento muy bien y estamos haciendo cosas en común, hay un minuto en que Míster Hide me dice en el oído: Hombre y porque no estás escuchando un disco tranquilo en tu casa”

En 1938, publica bajo el pseudónimo de Julio Denis su primer poemario “Presencia” sonetos con influencias simbolistas. Empezó a publicar bastante tarde, quizá por un especie de narcisismo que él ve como una autocrítica rigurosa, el libro no estaba pensado para la venta, se hizo una tirada de 250 ejemplares para destinar entre sus amigos.
Colabora con algunas revistas y hacia 1944 publica su primer cuento, Bruja, en la revista Correo Literario. Reúne un primer volumen de cuentos, La otra orilla, en 1945.
Entre 1945 y 1947 escribe "El exámen". Que describe la situación de Buenos Aires en plena descomposición económica, libro que no se publicó ya que su editor consideraba que tenía muchas palabrotas. Cortázar considera que podría haber influido en la forma de pensar en Argentina.
En 1946 publica el cuento Casa tomada en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges. Cuento que en 1951 ocuparía junto a otros cuentos un lugar en “Bestiario” 6 cuentos entrelazados con un lenguaje coloquial y directo. Son los primeros cuentos en los que sintió seguridad en decir lo que quería expresar. Son cuentos fantásticos, separados de lo real. El sentimiento de lo fantástico en su obra es algo que no puede explicar.


"Yo me encontré con Cortázar en París, en casa de Néstor Ibarra. Él me dijo: '¿Usted se acuerda de lo que nos pasó aquella tarde en Diagonal Norte?' No, le dije yo. Entonces él me dijo: 'Yo le llevé a usted un manuscrito. Usted me dijo que volviera al cabo de una semana y que usted me diría lo que pensaba del manuscrito'. Yo dirigía entonces una revista, Los Anales de Buenos Aires, una revista ahora indebidamente olvidada, que pertenecía a la señora Sara de Ortiz Basualdo, y él me llevó un cuento, Casa tomada; al cabo de una semana volvió. Me pidió mi opinión, y yo le dije: En lugar de darle mi opinión, voy a decirle dos cosas: una, que el cuento está en la imprenta, y dentro de unos días tendremos las pruebas; y otra, que ya le he encargado las ilustraciones a mi hermana Norah". Cortázar me dijo: 'Lo que yo quería recordarle también es que ese fue el primer texto que yo publiqué en mi patria cuando nadie me conocía. Y yo me sentí muy orgulloso de haber sido el primero que publicó un texto de Julio Cortázar.
                   
                                                                             Jorge Luis Borges



Casa Tomada

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a la siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos pocos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pulóver está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor de preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso. Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene: –Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
– ¿Estás seguro?
    Asentí.
–Entonces –dijo recogiendo las agujas– tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
–No está aquí. Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre. Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía: –Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol? Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza.
En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba enseguida). Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuertes pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada. –Han tomado esta parte –dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
– ¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? –le pregunté inútilmente.
–No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora. Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle.
Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.
Fin


Se dijo entre sus lectores que el cuento pretendía ser una alegoría del peronismo y la situación argentina. Fue donde percibió algo para el muy bello, “la multiplicidad de la lectura de un texto” Descubrir que hay lectores que te siguen como escritor y que al mismo tiempo están leyendo tus cuentos o tus noveles desde una perspectiva totalmente diferente al momento de escribirla”
Cuenta que en realidad esa historia surgió de una pesadilla. Los hermanos no estaban, sólo él era el protagonista y algo que no podía identificar lo iba desplazando poco a poco a lo largo de las habitaciones de una casa hasta echarlo a la calle. Tenía esa sensación de las pesadillas que es un espanto total sin que nada se defina. Simplemente el miedo en estado puro. Sentía que algo espantoso iba a suceder de un momento a otro “había una cosa espantosa que avanzaba, indefinible. Se traducía por ruidos, una sensación de amenazas que avanzaba y yo me iba creando barricadas ante ellas. Retrocediendo y cerrando puertas, hasta que finalmente la última puerta era la de la calle. Y en ese momento me desperté, antes de salir a la calle.”
Al despertar lo escribió de una sentada en su máquina de escribir sintiendo que su sueño era un símbolo.
Cortázar no niega la posibilidad de que esa interpretación de que quizá el estuviera manifestando su reacción como argentino frente a lo que sucedía en la política no se pudiera excluir y pudiera traducirse de manera fantástica, o simbólica a través de su pesadilla. “Cualquier análisis psicoanalítico de nuestros sueños te demuestra que ese terrible león es tu tía juanita y que el gato es tu hermana, es toda una simbología, el sueño sustituye una cosa por otra, te lanza a un mundo de símbolos” Sin embargo también podríamos agregar que en el cuento aparecen algunos elementos muy descriptivos que parecen ser muy característicos en la vida de julio y se repiten en algunas de sus obras. Si bien “el miedo” parece ser la idea central en su pesadilla es “la rutina” lo que de alguna manera marca el hilo de la historia en casa tomada.

Así comienza Historia de Cronopios y de Famas (1962)

Manual de instrucciones
“La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero «Hotel de Belgique».
(…)Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café. Y no que esté mal si las cosas nos encuentran otra vez cada día y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por qué estaría mal?”

Mientras que en casa tomada la rutina aparece de manera un poco más sutil detrás de los hábitos de los personajes, lo primero que lo empuja a escribir historia de Cronopios es la rutina de la cotidianeidad literalmente expresada como algo despectivo contra lo que no se puede hacer nada, donde pretende incluso cuestionarse ¿por qué estaría mal? Pero sin llegar a convencerse. No deja de pasar inadvertida más adelante en Simulacros, narrando sobre la vida aparente de una familia de clase media donde también aparece frente a lo absurdo de la historia la rutina definida como un pesar “Contar lo que hacemos es apenas una manera de rellenar los huecos inevitables (…) lo único que vale es hacer cosas, y por eso las cuento casi sin ganas, nada más que para no sentir tan de cerca la lluvia de esta tarde vacía.”, “para matar el tiempo” menciona en casa tomada al referirse a su colección de estampillas. ¿Qué podrían estar simbolizando los ruidos y eso que el describe como una cosa espantosa que avanzaba, indefinible, sino la rutina? ¿Algo de lo que desea huir tan desesperadamente como para dejar la casa y tirar las llaves por una alcantarilla? Abandonar esa vida cómoda pero vacía y carente de sentido. Al cerrar la primera puerta, percibe lo que deja atrás, cosas que un principio extraña pero puede acostumbrarse a vivir sin ellas. Esa necesidad de incorporar una presencia fantástica de las que nada se sabe para darle un sentido a su huida. Agregarle algo de fantástico a su monotonía, quizá a sus cuentos. De lo que a pesar de cerrar las puertas no se puede escapar porque es una sensación que vive en su interior. Despojarse de todo lo material, salir al mundo y tirar las llaves para asegurarse de no volver.
Que pretende mostrar en realidad con esa forma casi incestuosa de referirse a su hermana que a la vez que resalta junto a la casa como lo importante del relato, la describe como alguien “nacida para no molestar” pero donde sin embargo él no deja de poner su atención. Quizá al amor que en tanto platónico y prohibido lo inspira a escribir e idealizar y en cuanto tangible es consumido por la rutina, que como en algún momento menciona respecto de sus poemas infantiles las historias de amor solo podían terminar en muerte. Alguna relación tal vez con el abandono de su padre en la infancia, con la forma de ver a su madre “indefensa” que lo llevara a expresar el dolor a través de sus poemas y cuentos y a crearse simultáneamente a través de la fantasía una realidad paralela para evadir el mundo real que no podía soportar.
Aurora Bernárdez, lectora, traductora y primera mujer de Cortázar, con quien se casó en 1953, también se refiere a Julio como alguien a quien a pesar de detestar las rutinas, los horarios y las costumbres era un hombre que no podía prescindir de sus manías, como colocar a la izquierda la pipa y a la derecha la lapicera y el papel, el horario del Whisky, del cogñac y del café.
“Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar” dice, sin embargo el sonido del metal de las agujas de tejer y las hojas del libro de estampillas dando vueltas no fueron suficientes para acallar las voces internas que lo llevaron a cruzar la puerta a una nueva realidad.

El mismo se declara como parte de la pequeña burguesía, una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria, clase a la que también pertenecen los personajes de casa tomada, quienes no precisan trabajar ya que acumulan el dinero que le llega de los campos. Una clase que como dice Benedetti en su poema a la clase media: “Clase media, medio rica, medio culta. Entre lo que cree ser y lo que es”
 Una clase que no parece querer mirar más allá de su círculo, y de alguna forma vive en una fantasía que no es “el mundo” sino su mundo, como en Simulacros, la familia de la calle Humbold, que construye una plataforma aún más alta de la que tenía como para poder mirar por arriba a los demás.
Podrían ser estos, quizá, los primeros signos de la transformación de un hombre que empezaba a tener otra visión del mundo, para quien la vida y la literatura no tienen división. De un  hombre solitario, donde  su ideología solo ocupaba una charla de café, en un hombre solidario comprometido con la realidad social y los derechos humanos.
 El mismo cambio del hombre de la mano de su obra, que se plantea como escritor el pasar de escribir cuentos y  la posibilidad de poder llevar una novela, no solo con la incorporación de más personajes sino pudiendo interiorizar en ellos “Pensé que la novela tenía los suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy pequeña escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una indagación más profunda del hombre como ser humano, como ente, como destino.”

     “ya para ese entonces me había dado cuenta que mi destino era buscar”

En 1960 la primera novela de julio Cortázar, los premios, invita al lector a través de cada uno de los pasajeros a que cada uno pueda hacer un viaje a su propio ser, se plantea la posibilidad de ser capaz de manejar un relato con muchos personajes importantes. Dice haberlo vivido de manera experimental tanteándose a sí mismo viendo hasta donde podía llegar y atrapado por la situación  se le dio vuelta un personaje. Cuenta que no quiso tomar personajes intelectuales, quería gente media, mediocre que vive experiencias metafísicas al conocer "que hay al otro lado de las cosas".
 En el surge el personaje de El Pelusa, al que ve de forma irónica, desapegada al principio, pero a  medida que avanza en la historia resultó ser uno de sus personajes más humanos.
En ese tiempo estaba lejos de tener una conciencia política, “yo pertenezco a la pequeña burguesía y tenía prejuicios de tipo clasista”, entonces ese personaje, el pelusa, que es un hombre del pueblo, no tenía nada que ver conmigo”
 dice  del "El perseguidor" un cuento en el que se inspiró al enterarse de la muerte de Charly Parker, uno de sus preferidos referentes de la música, ya que además de la literatura era amante del Jazz no tiene nada de fantástico sino algo que lo haría importante para él, distinto de lo fantástico característicos de los personajes de sus otros cuentos, “una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida.” “Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Carter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.”


Se dice que fue además de la muestra de que podía moverse en un ambiente novelesco, una suerte de ensayo de lo que sería “Rayuela” publicada por primera vez en España en 1963, constituye una de las obras centrales del “boom latinoamericano”. un libro que sorpresivamente creyó que escribía para lectores de su edad y fue muy bien recibido por los jóvenes. El autor advierte que el libro puede ser leído de distintas formas y no es nunca el mismo libro.  Para Cortázar  “es una tentativa de negación de la realidad cotidiana y admisión de otras posibles realidades, aperturas. El libro camina a través de algunos episodios absurdos, incoherentes, donde situaciones dramáticas son tratadas con sentido del humor o viceversa; donde hay episodios inaceptables desde un punto de vista realista cotidiano.”

Fue después de su primera visita a Cuba donde finalmente tomó conciencia. Ella le mostraría "el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme, traté de entender, de leer"

En 1973 escribe el Libro de Manuel, habla de las preocupaciones estéticas, políticas y sociales del autor.
 Al escribir ese libro sintió que él mismo se lo habían encargado como argentino. “Era el momento de la Dictadura de Lanusse donde empezaba una escalada de violencia que llegó a hacer de la tortura una institución, una técnica monstruosa que va más allá de toda descripción.”
Lo califica como el peor de sus libros. Dice haber pretendido comunicar una visión política, pero su forma de decir las cosas es la literaria.
Cortázar cree que sus ideas no son lúcidas, no sabe pensar. Sólo tiene intuiciones y su proceso intelectivo las une y expresa. No sabe discutir y sabe que cualquiera podría rebatir su punto de vista.

“A mí me maravilla el funcionamiento de una inteligencia pura. Cuando hablo con alguien que es un gran intelectual, en el sentido preciso de la palabra y veo como la inteligencia asocia ideas y crea continuamente silogismos internos, saca consecuencias y de esas consecuencias saca nuevos silogismos y vuelve otra consecuencia. Yo soy absolutamente incapaz de eso. Pero cuando escribo en todo caso hay otro camino, es decir es un camino de ventanas que se abren un poco y ahí hay algo y de alguna manera lo digo. Y tengo la impresión que mi contacto con los lectores se hace por ese camino y no por el camino de las ideas. Por eso es que las circunstancias actuales, donde los compromisos de tipo geopolíticos, la fe que uno tiene en ciertos destinos de la humanidad son ya indisociables de la literatura, lo asumo, pero sucede que a veces dentro de esa línea tengo que escribir textos que deberían ser ensayos, reflexiones, y ahí estoy verdaderamente muy perdido, no me siento cómodo porque no soy un hombre de ideas”

En el caso del libro de Manuel, estaba destinado a ayudar en el plano práctico a los prisioneros políticos de Argentina. Por este motivo no quiso retribución alguna, donando los derechos de autor a los abogados que defendían los derechos de los prisioneros políticos. Un mes después que Cámpora ganara las elecciones fueron liberados.
Fue criticado por derecha y por izquierda, los primeros desilusionados de un autor que los tenía acostumbrados a lecturas apolíticas y “les soltaba un libro que no les gustaba ideológicamente” y los segundos porque consideraban que frente a tan graves incidentes como estaban ocurriendo en el país no podía escribirse una novela.
Pero más allá de unos y de otros, reconoce haber aguantado muy bien los palos y que su mayor recompensa como escritor fue como su libro continuaba la historia en los viajes que cada madre podía hacer al sur a ver sus hijos presos gracias al dinero recibido por el libro.

Julio Cortázar fallece el 12 de febrero de 1984 a los 69 años, en el hospital de Saint Lazare, en París. Se dijo que a causa de una leucemia agravada, al igual que su tercera mujer, dentro de las más conocidas, Carol  Dunlop quien había fallecido un año y medio antes. Se dijo años después que la verdadera causa había sido el sida, cuando aún era la enfermedad sin nombre que consistía en un retrovirus no identificado para el que en aquel entonces no existía ninguna cura.

“La muerte de Julio Cortázar ha conmovido al mundo literario. Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, declaró ayer desde México: "Se ha muerto un gran amigo y uno de los grandes escritores contemporáneos". Mario Vargas Llosa, escritor peruano, afirmó: "Estoy sobrecogido... Su obra es decisiva para el florecimiento de la narrativa latinoamericana". El escritor italiano Italo Calvino definió a su obra como "una proeza literaria", mientras que el uruguayo exiliado en España Juan Carlos Onetti dijo que "Cortázar cumplió la noble tarea de renovación que se había propuesto".
                                Diario EL PAIS lunes 13 de febrero de 1984


“YO me movía con naturalidad en el territorio de lo fantástico sin distinguirlo demasiado de lo real, que sucedieran cosas fantásticas en los libros o que pudieran sucederme a mí en la vida eran hechos que yo asumía sin protesta y sin escándalos y me encontré envuelto en un sistema social donde eso sí es un escándalo y se lo reduce directamente de manera racional, es una casualidad, es una coincidencia, es una excepción, es una manera de echar hacia atrás lo que está amenazando, por otros caminos que los caminos de la lógica.”


Como no quedarse corta. Vale la pena decir que por falta de tiempo y no por desinterés o por restar importancia a muchos aspectos de su vida en los que también me hubiera gustado profundizar. Leer una y otra vez sus palabras sin que pierdan el acento francés o pueda imaginarlas de otra manera, con sus pausas, sus repeticiones, y esa forma extraña de ordenar las oraciones. Su vida desde su percepción y de los que más le acompañaron.
Su estrecho vínculo con Gabriel García Marques y Carlos Fuentes quien en uno de sus tributos se quiebra luego de decir, que como dice Gabo, los diarios mienten, y Cortázar aún está vivo… y como no quebrarse con él. Que a través de todos sus escritos y anécdotas pueden decirnos más de él que cualquier biografía académica. El amor incondicional aún presente de Aurora, quien lo cuidó y acompañó en los últimos momentos de la evolución de su enfermedad
 Son muchas las obras trascendentes, las anécdotas y los grandes personajes de su vida que dejo afuera y en los que uno se podría extender eternamente. Mucho podría hablarse del compromiso social que asumió los últimos años de su vida, pero lo que me surgió como más importante fue la transformación que lo llevó a ello, como en su obra que va evolucionando a través del trabajo interior que hace en los personajes, denota su transformación como hombre, lejos de poder considerarlo una casualidad, o una coincidencia.
Se suele decir “que los árboles no te dejen ver el bosque”, en ocasiones creo que es al revés, Cuando veo el mundo estoy convencida de que no tenemos futuro, pero cuando logro ver la transformación de un hombre, tengo esperanzas.
                                                                            


“Espíritu extraordinariamente alerta con todo lo que denuncie en el hombre una dimensión maravillosa, Cortázar es también un observador muy certero de esa realidad inmediata que se compone de gestos y palabras banales, de actos triviales sin consistencia. En sus libros esas dos caras de la vida se funden como una moneda. Pero el no cree que la vida sea divisible”
                                 Mario Vargas Llosa.



Lo conocí en París, creo que en 1966, en casa de Darwin Flakoll y Claribel Alegría, amigos comunes. Desde el pique me pareció un tipo entrañable, sin falsas modestias ni caricaturas de vanidad. El posterior conocimiento, el trabajo conjunto y las muchas horas de conversación mantenidas a través de los años en diversos puntos del conturbado planeta, me han confirmado su actitud generosa, su sincera y eficaz militancia en defensa de las conquistas revolucionarias de Cuba y Nicaragua.
                    
                                      Mario Benedetti

El ciudadano Julio Cortázar, el bondadoso. Cuántas veces nos vimos en la casa de Soriano, en ese París. Cortázar, que se nos fue hace veinte años, era el hombre del bolsillo abierto, con el corazón en esa América latina del Sandino y los Zapata. Nos llenó de letras mostrándonos nuevos caminos e interminables sueños e ilusiones en sus libros irrepetibles. Cortázar terminó en la pureza corroborada por el hecho de que el presidente de la Rosada no lo recibió. A Cortázar, el puro. Me acuerdo del último encuentro, cómo acariciabas a esa muchacha, tu amor. Tus ojos adolescentes revivían como si estuvieras jugando a la “Rayuela” y llegaras al cielo para siempre, acompañado.

                                       Osvaldo Bayer

"Cortázar hombre viajó de la soledad a la solidaridad, y esto le posibilitó sentirse y ser cada vez más joven, otro de los puntos envidiados por muchos. Además logró tener todas las edades, con esa capacidad de asombro que es también capacidad de pasión".
"Nos unían cosas muy hondas que no eran solamente políticas en el sentido limitado que la gente le da a la palabra "política", sino una vocación compartida, que era también una vocación solidaria, una pasión de libertad compartida que en los dos pasaba por la magia".

"El mayor mérito literario de Cortázar es habernos ayudado a comprender hasta dónde es natural eso que llamamos sobrenatural. Julio incorporó a la vida cotidiana esas energías secretas que andan en el aire del modo más natural, más espontáneo. No hizo una literatura fantástica opuesta a una literatura de la realidad, sino que hizo una literatura de la realidad y, por lo tanto, hizo una literatura fantástica".

                                        Eduardo Galeano

Para Cortázar, la realidad era mítica en este sentido: estaba también en el otro rostro de las cosas, el mínimo más allá de los sentidos, la ubicación invisible sólo porque no supimos alargar la mano a tiempo para tocar la presencia que contiene.

Por eso eran tan largos los ojos de Cortázar: miraban la realidad paralela, a la vuelta de la esquina; el vasto universo latente y sus pacientes tesoros, la contigüidad de los seres, la inminencia de formas que esperan ser convocadas por una palabra, un trazo de pincel, una melodía tarareada, un sueño.

El afuera y el adentro. Toda esta realidad en vísperas de manifestarse era la realidad revolucionaria de Cortázar. Sus posturas políticas y su arte poético se configuraban en una convicción, y ésta es que la imaginación, el arte, la forma estética, son revolucionarias, destruyen las convenciones muertas, nos enseñan a mirar, pensar o sentir de nuevo.

Cortázar era un surrealista en su intento tenaz de mantener unidas lo que él llamaba "La revolución de afuera y la revolución de adentro".

                                            Carlos Fuentes



Bibliografía

Entrevista “A fondo” por  Joaquín Soler Serrano (youtube)
Aurora Bernárdez con Mario Vargas Llosa (youtube)
La gaceta literaria, 11 de abril del 2011
La Nación Las clases magistrales de Cortázar 26 de julio de 2013
Tributo a Cortázar “Retratos de Julio Cortazar” (Youtube)
Diario el País, Lunes, 13 de febrero de 1984
Clarín 12 de febrero de 2014
Las mejores obras de Cortázar, la gaceta de Tucumán
Casa Tomada, Julio Cortázar
Historias de Cronopios y de Famas, Julio Cortázar
Biografías Varias.





"No hay una auto crítica que empiece por decir “yo también formo parte de las equivocaciones y de los defectos del país”. “En la medida que el pueblo no se dé cuenta de que él es el protagonista de su democracia, y no los demás, no vamos a salir adelante."
  
                                            Julio Cortázar /Entrevista a 7 días, Febrero de 1984, fragmento

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